Bernardino de Mendoza fue militar, humanista, escritor, diplomático e historiador. Un bagaje muy prolífico del que destacó su trabajo en importantes cortes extranjeras como ojos de la Monarquía Católica.
Bernardino de Mendoza
Perteneciente a la noble casa de los Mendoza, como segundón (de hecho era el séptimo hijo) se tuvo que buscar la vida más allá de los títulos de la casa… y bien que lo hizo.
En los Países Bajos junto al duque de Alba o en Francia junto a la Liga Católica, don Bernardino hizo una notable carrera diplomática. También estuvo inmerso en las tramas a favor de María Estuardo para derrocar a la inglesa Isabel I, la Reina Virgen.
Hijo de Alonso Suárez de Mendoza, III conde de Coruña (ojo, de la provincia de Burgos, no de Galicia) y Juana Jiménez de Cisneros, de ilustre apellido y sobrina del famoso cardenal. A la ceremonia asistieron insignes personajes como Juana la Loca y su padre Fernando el Católico. Las raíces de Bernardo eras notables y no las iba a decepcionar.
Pese a la cercanía familiar, con sus primos infantados, los principales de la casa, tuvieron algunos desencuentros e incluso pleitos.
Nació en Guadalajara en el año 1540 o 1541 en el palacio que tenía la familia en el centro de la ciudad, junto a la iglesia de San Nicolás, hoy convertido en un restaurante ¡Tuvo 18 hermanos!, de los cuales sólo cuatro no alcanzaron la edad adulta, lo que era un auténtico récord para la época.
Por las leyes de mayorazgo, la herencia y títulos iban a recaer en su hermano mayor y primogénito Lorenzo Suárez, grande de España, que llegó a ser virrey de Nueva España y de no haber fallecido lo hubiera sido también del Perú, que era el cargo más deseado. Otros de sus hermanos lograron puestos de relevancia, como caballeros de Santiago, embajadores o mayordomos mayores. Con tantos hermanos, Bernardino de Mendoza tuvo que buscarse la vida y bien que lo hizo.
Estudios en la Universidad de Alcalá
Recibió formación en administración pública en la facultad de Filosofía y Letras en la universidad que fundó su tío abuelo. En Alcalá, además, aprendió otras artes como retórica o poesía. Se licenció en 1557 con sólo 17 años, algo nada habitual. Por las fechas es muy probable que coincidiera en Alcalá con personajes como el príncipe Carlos, hijo de Felipe II, don Juan de Austria o Alejandro Farnesio. Incuso el odiado Antonio Pérez, futuro secretario del rey, no andaba muy lejos.
En la guerra
Según sabemos por su correspondencia, cerca del año 1560 entró en el servicio al rey que le llevaría a realizar importantes misiones. Tras participar en la guerra contra el turco alcanzó la dirección de un tercio en Flandes como capitán de caballería ligera. En 1576 logró el “lagarto”, la cruz roja de Santiago como caballero de la orden.
Fue la mano derecha del duque de Alba, al que le informaba convenientemente de la situación en Flandes cuando este dejó de ser el gobernador, según se ha encontrado en la correspondencia que le enviaba.
Diplomático en Londres y París
Bernardino de Mendoza sirvió en Londres en los momentos más tensos entre ambos países. Después, Bernardino vivió en primera persona la entrada de Enrique de Navarra en París, antes de proclamarse Enrique IV de Francia. El Mendoza, como embajador en Francia, servía de enlace con la Liga Católica que trataba de frenar el poder calvinista en el trono francés.
Sus obras, su legado
Personaje de espada y pluma como otros personas ilustres de la época, escribió varias obras de temática militar como las «Guerras de Payses Baxos” publicada en 1591 y «Theoria y practica de guerra» en 1595.
Tras sus viajes y misiones, regresó a España en 1591 contando con 51 años, cansado y con graves problemas de visión, que le llevaría a la ceguera. Sin olvidarse de sus servicios a la monarquía de Felipe II, empleó sus últimos años de vida a su obra, como la traducción al castellano de obras de Justo Lipsio sobre cómo gobernar un reino. Con ello pretendía enseñar a la nobleza española la lengua latina. Parte de sus escritos saldrían a la luz tras su muerte ya que fue incluido en la lista negra de Sixto V.
“Nec timeas, nec optes”
(“Ni temas, ni ambiciones”)
El final de Bernardino de Mendoza
El 3 de agosto de 1604 fallecía en Madrid don Bernardino de Mendoza, anunciándolo como «ciego y que fue embajador en Francia”. No tuvo descendencia por lo que su herencia recayó en «su alma” y en la «Capilla del Santísimo Sacramento de la Yglesia Parroquial de la Villa de Torixa”, como rezaba su testamento.
Fue enterrado junto a sus padres en la iglesia parroquial de Torija donde hoy reposan sus restos bajo un sencillo lema en latín: “Nec timeas, nec optes” (“Ni temas, ni ambiciones”).