Santiago Ramón y Cajal fue una de las grandes figuras españolas, a caballo entre el siglo XIX y XX, como mínimo en el campo científico. Consiguió el Nobel, entre otros muchos reconocimientos, en 1906. No obstante, antes tuvo un difícil camino hasta coronarse como uno de los estudiosos más prestigiosos en su campo.
En junio del año 1877 viajó a Madrid obtener el doctorado. Poco después intentó (sin conseguirlo) acceder a la cátedra de anatomía descriptiva en la Universidad de Zaragoza. Ya en marzo de 1879 obtiene la plaza para director del Museo Arqueológico de Zaragoza, un sitio que le quedaba pequeño para sus aspiraciones.
Emprende otra aventura en el mundo académico, que nos brinda una anécdota muy pintoresca de la realidad universitaria del momento.
En la Universidad de Granada se convocó una oposición para la cátedra de anatomía y Ramón y Cajal acudió al concurso público. Estaba mucho mejor preparado que para el examen zaragozano y muy seguro de conseguir el puesto. Sin embargo topó con el amiguismo. El tribunal ya tenía decidido el miembro que saldría y no era precisamente Ramón. El enfado monumental del futuro Nobel era de esperar, sobretodo conociendo su áspero carácter. Cuando fue a reclamar entendió todo lo ocurrido. El que obtuvo la plaza no estaba, ni de lejos, igual de preparado que nuestro protagonista.
Posteriormente obtuvo un puesto en las cátedras de Valencia, Barcelona y Madrid respectivamente. Donde pudo seguir con su incesante labor investigadora.