El Sebastianismo fue un movimiento místico que vivió la sociedad portuguesa en el siglo XVI tras la pérdida de su rey Sebastián I en la cruzada contra el sultán Saadí de Marruecos tratando de revivir las glorias portuguesas en el norte de África.
Sebastián I, el rey cruzado
Fue el hijo póstumo del infante Juan Manuel, hijo del rey Juan III y de Juana de Austria, hermana de Felipe II. Nació el 20 de enero de 1554, dieciocho días después del fallecimiento de su padre y heredó el trono con sólo 3 años tras la muerte de su abuelo. Su abuela Catalina y el hermano de su abuelo el cardenal Enrique, se ocuparon de las regencias hasta 1568.
Nacido el día de San Sebastián, fue un rey que soñó con ver a Portugal recobrar la grandeza del pasado y recuperar las plazas africanas que habían estado bajo su dominio. Esta obsesión del monarca por Marruecos fue, según le confesó a su tío Felipe II, por celos tras la victoria hispana en Lepanto. Fue un niño enfermizo, de enorme religiosidad y con espíritu cruzado, sin duda un personaje de otro tiempo.
La gran empresa de Marruecos
Tras viajar a Ceuta en 1574 el rey comenzó a imaginar una empresa en suelo africano. En 1578 lograría cumplir su sueño. Partió de Lisboa en junio con lo más nutrido de la nobleza portuguesa. Tras pasar por Cádiz, llegó a Tánger, bajo dominio portugués y de allí a Arcila, lugar elegido como base para el ejército.
El 4 de agosto se celebró la batalla que tanto ansiaba el virtuoso rey, muy cerca de Alcazarquivir, lugar del que toma nombre, también llamada de los Tres Reyes, ya que en ella también tomó parte del lado portugués el Rey Negro, sultán destronado por Abd el-Malik.
Con una enorme inferioridad numérica fue una debacle para las armas portuguesas donde el rey cayó en los primeros envites. Pese a que el sultán envió el cuerpo del joven a los representantes de Felipe II en Ceuta, que lo enviaron a Lisboa para darle cristiana sepultura, la creencia de que el rey no estaba muerto comenzó a difundirse por el país, dando forma a los que llamamos el Sebastianismo.
No fueron pocos lo que trataron de hacerse pasar por el rubio y apuesto monarca. La leyenda creció aún más con la llegada al trono de Felipe II como rey de Portugal tras fallecer sin descendencia Enrique I en 1580. El anhelo de su rey deseado aumentó la conciencia popular que se convirtió en mesianismo. El pueblo no quería perder la esperanza de verlo regresar algún día.
Los impostores de Sebastián
Hubo cuatro grandes personas que trataron de suplantar al Desehado. El primero fue el hijo de un trabajador de Alcabaça al que se le llamó rey de Penamacor. Fue condenado a galeras y en ellas participó en la Felicísima Armada, mal llamada Armada Invencible, contra Inglaterra. El mal tiempo dio con su barco en la costa francesa y él terminó en París, donde continuó haciéndose pasar por el rey portugués.
El segundo fue Mateo Álvarez, llamado rey de Ericeria, que apareció en 1585. Protegido por nobles antiespañoles que le llegaron a crear hasta una corte paralela. Descubierto, trató de huir pero fue prendido y ejecutado junto con lo que le habían ayudado.
Gabriel de Espinosa fue el tercero de los impostores y conocido como el Pastelero de Madrigal. De nuevo fue apoyado por los que querían un levantamiento contra España e incluso engañaron a Ana de Austria, hija de don Juan de Austria y sobrina de Felipe II, para casarse con su “primo Sebastián”. Al final se descubrió la trama por la correspondencia entre ambos y el suplantador fue ahorcado en 1595 junto con los que habían colaborado, entre ellos fray Miguel de los Santos.
El último de los impostores fue Marco Tulio, que se dedicaba a explotar su parecido con el rey anhelado. Fue usado como herramienta de los que trabajaban por la restauración de un monarca portugués y la expulsión de los españoles. Detenido en el año 1600, no fue condenado a muerte pero dio con sus huesos en las galeras del rey. Pese a todo siguió relacionándose con los disidentes portugueses.
El eterno Sebastianismo
El sebastianismo perduró durante mucho tiempo, primero como forma de rebelarse contra el dominio de España pero volvería a surgir con la ocupación francesa de las tropas de Napoleón. Se transformó en un sentimiento de insatisfacción de un país y el deseo de una patria mejor ¡Viva el rey Sebastián I, larga vida al Sebastianismo!
desconocí esta historia, es encantadora, gracias
Gracias Pablo. Un saludo