Hubo un antes y un después en la introducción en occidente de los elefantes como herramienta bélica. La llegada de Alejandro Magno a la India en sus expediciones de conquista puso a los griegos por vez primera ante estos enemigos tan impresionantes.
Darío III dispuso de un pequeño contingente de elefantes en la batalla de Gaugamela (331 a.C.), aunque no llegaron a intervenir en la derrota persa. Podemos considerar que fue en el 326 a.C., en la batalla de Hidaspes contra Poro cuando los griegos se enfrentaron por primera vez a ellos.
SELEUCO TUVO ACCESO A LOS ELEFANTES POR SU CERCANÍA A LA INDIA
Si bien no podemos aventurar si Alejandro III hubiera introducido estos paquidermos en sus ejércitos, ya que falleció durante la expedición, si podemos revisar lo que ocurrió después, en los reinos que formaron los diadocos, los generales que se repartieron todos sus territorios en la época de la Grecia helenística.
Los conflictos y las alianzas entre ellos hicieron necesaria la introducción de elefantes por diversas razones, desde las propiamente bélicas como elemento desequilibrante en batalla, hasta la legitimación del poder, como mostraban en las monedas de la época, e incluso como medio para transmitir la cultura helenística a otros lugares.
Elefantes en los Reinos Seléucida y Ptolemaico
Tanto el Reino Seléucida como el Ptolemaico, los más estables de los que surgieron tras la muerte de Alejandro Magno en el 323 a.C., consiguieron abastecerse de estos animales de diferentes formas.
El primero de estos reinos lo tuvo más fácil debido a su cercanía con la India. Enfrentamientos y alianzas con los gobernadores del Indo, les permitió conseguir numerosos de estos animales. Según los textos, el propio Seleuco logró hacerse con más de 500 de estos enormes elefantes.
Ptolomeo quedó al frente de Egipto, que pronto se convirtió en una zona de menor tensión que el resto de los reinos de la herencia macedónica. Sin embargo no faltaron zonas calientes contra los seléucidas o los sirios, con lo cual también tuvieron la necesidad de abastecerse de elefantes. La llegada de estos animales a Egipto provenía de las partidas de caza realizadas por la zona de Nubia cuyo principal problema era la logística de los animales hacia el norte. El uso de elefantes en Egipto se generalizó hasta mediados del siglo II a.C., bajo el reinado de Ptolomeo IV, último soberano que los usó de forma masiva.
Los elefantes eran dirigidos por los cornacas, que en muchos casos eran de procedencia india debido a su experiencia para controlar a estos animales.
Los elefantes indios frente a los africanos
Había notables diferencias entre los elefantes indios y los africanos tanto morfológicamente como de tamaño. Las características físicas de uno y otro eran distintas, lo que hacía que su uso en batalla y su táctica tuvieran que adaptarse a cada circunstancia.
Los seléucidas dispusieron del elefante indio, Elephas maximus, cuyo macho sobrepasaba los 3 metros de altura y las 4 toneladas de peso. Su enorme corpulencia le permitía el uso de una torre, donde se situaban el adiestrador, llamado cornaca, y varios soldados. Esto fue una novedad introducida por primera vez por Pirro en Italia, a diferencia de lo que aparece en la película Alejandro Magno de Oliver Stone, los indios si bien usaban torres, no lo hacían con carácter bélico. Otra de sus características eran sus pequeñas orejas si lo comparamos con el africano.
Del elefante africano había dos variantes, el de la sabana y el del bosque, bastante diferentes y que apenas tenían en común sus grandes orejas o la curvatura cóncava de su espalda. Esta doble especie ha llevado a confusiones en la historiografía antigua.
El usado por los ptolemaicos era el elefante de la sabana, Loxodonta africana, aún más grande que el indio. El macho podía llegar a los 4 metros de altura y podía superar las siete toneladas.
El elefante del bosque, Loxodonta africana cyclotis, era el más pequeño de todos y apenas sobrepasaba los 2 metros de altura. Su menor corpulencia no le permitía el uso de torres. Esta ausencia obligaba a usar una táctica diferente cuando se oponía a los indios, por lo que eran principalmente usados como armas de choque contra ejércitos o para asedios. Este era el tipo de elefante usado por los ejércitos cartagineses.
¿Cuál era más útil en batalla?
Podemos analizar los enfrentamientos entre el tipo indio y el africano del bosque, pues seléucidas y ptolemaicos se enfrentaron en varias ocasiones. La más importante fue la batalla de Rafia del 217 a.C., cuya victoria se decantó para los paquidermos indios.
Si tenemos en cuenta que ambos eran muy corpulentos, esta no pudo ser una ventaja. Si lo fue el número de animales con los que contaron Antíoco III y Ptolomeo IV, pues el primero, el rey seléucida, tuvo a su disposición más ejemplares.
Según nos cuenta Polibio, lo que pudo realmente pudo influir decisivamente fue el hedor y los ruidos de los animales indios, que asustaban a sus “colegas” africanos.
Cartago y los elefantes de guerra
Cartago había sido la única gran colonia fenicia que había sobrevivido a la caída de Tiro. El uso de elefantes en sus ejércitos, probablemente por influencia de Pirro, llegó en la Primera Guerra Púnica contra los romanos, estando documentado su empleo en la batalla de Agrigento (262 a.C.), donde movilizaron entre 30 y 70 elefantes. El abastecimiento lo conseguían a través de Numidia y Mauritania, donde el menor tamaño de los elefantes de la sabana les obligaba a cambiar las tácticas frente a los indios usados por Pirro. Sin posibilidad de usar torres con soldados, solo los montaba su cornaca (el que cuidaba y dirigía al animal), sus defensas (colmillos) orientadas hacia abajo los convertía en armas de choque.
El hedor y los ruidos de algunos tipos de elefantes podían decantar la victoria en una batalla
Los cartagineses llegaron a demostrar su poder al ejecutar a algunos líderes enemigos mediante la carga de elefantes, mostrando que todos los que se opusieran serían aplastados. Cartago, capital cartaginesa, disponía de establos para cobijar a unos 300 elefantes de batalla.
Los elefantes de guerra en la Península ibérica
Los púnicos llegaron a Gadir en el año 237 a.C. y once años más tarde fundaron su capital, Qart Hadasht, transformada en Cartago Nova por los romanos y actualmente Cartagena. Nunca dispusieron de un gran contingente de elefantes en la península, probablemente por problemas logísticos, como se desprende del reparto ante la gran expedición de Aníbal hacia Italia en la Segunda Guerra Púnica (218 a.C.-202 a.C.). El general cartaginés se llevó 37, de los cuales solo uno consiguió llegar a Italia tras atravesar los Alpes. Asdrúbal se quedó al mando del ejército en la península con 21. El suministro de la metrópoli fue muy escaso y apenas se documentan un par de recepciones de entre 20 y 30 unidades.
La debacle final de Zama en 202 a.C. que puso fin a la Segunda Guerra Púnica, demostró que Cartago había llegado al límite y disponía de pocos elefantes. Pese a que el Senado cartaginés había ordenado la caza de elefantes ante el inminente enfrentamiento final, apenas pudieron disponer de una cifra ligeramente inferior al centenar de unidades, que no fueron decisivas.
Roma contra los elefantes
La República romana tuvo que hacer frente a los elefantes cartagineses en muchas batallas. Tras su victoria en Zama, los cartagineses tuvieron que entregar todos los elefantes que les quedaban y comprometerse a no volver a capturar ninguno.
Los romanos sabían que se trataba de una fuerza eficaz si era bien empleada, como habían podido comprobar en los Llanos del Bagradas, durante la Primera Guerra Púnica (264 a.C.-241 a.C.), donde un centenar de elefantes junto a la infantería púnica arrollaron a las legiones.
Se documenta algún despliegue de elefantes de batalla en ejércitos romanos entre los siglos II y I a.C. pero sin grandes resultados. Debido a su elevado coste de mantenimiento y la escasa tradición, desestimaron su uso.
Si os interesa el tema os recomiendo el libro Los elefantes en la guerra helenística de José Luis Aledo Martínez.