A comienzos del siglo XVII comenzaron a valorarse las leyes penales que diferenciaban a los hombres de las mujeres. Mientras los hombres condenados marchaban a cumplir sus penas en galeras, las féminas lo hacían en conventos o beaterios.
La finalidad de las cárceles del siglo XVII
El concepto de cárcel que había en aquellos tiempos era muy distinto al actual. El objetivo no era la reinserción ni siquiera un lugar de castigo. La cárcel era un mero lugar de paso entre el juicio y la sentencia. Esta podría ser la pena capital para casos más graves o servir en galeras. Servir como galeotes o chusma en estos barcos tan característicos era algo muy habitual de los países mediterráneos.
En el SOCIEDAD DEL XVII las mujeres debían ser corregidas YA QUE las extraviadas de la moral podían ser la perdición de los hombres
Fue precisamente el intento de equiparación entre hombres y mujeres por lo que a las cárceles femeninas se les comenzó a llamar “cárceles galera” o “casas galera”, aunque nunca fueron tan duras como lo que sufrían los destinados a las galeras de remos.
Beatriz de Zamudio, conocida como la Madre Magdalena de San Jerónimo, fue la promotora de estos lugares al enviar al rey Felipe III en 1608, un escrito para promover que en cada ciudad hubiera una de estas galeras para «castigo de las mujeres vagantes, alcahuetas, hechiceras y otras semejantes». En el siglo XVII se pensaba que las mujeres debían ser corregidas ya que se las trataba prácticamente como menores de edad y las extraviadas de la moral podían ser la perdición de los hombres.
La madre Magdalena proponía dos soluciones. Por un lado lugares para las mujeres que aún se podían reconducir. Los Colegios de Niñas Huérfanas, Casas de Misericordia, Casas de Arrepentidas o Casas Pías guiaban a las arrepentidas de sus pecados hacia el convento.
Para las mujeres que consideraban ya «perdidas» la solución era la casas-galera, y por ello recibían el nombre de galerianas.
¿Cómo eran las galeras de mujeres?
Lo primero que se hacía con una nueva reclusa era raparles la cabeza y quitarles los vestidos que llevaran. La alimentación era muy pobre, apenas legumbres, pan y agua.
El edificio no tenía ventanas ni comunicación pero sí disponían de una sala de labor y de una capilla. para las más rebeldes estaba la «cárcel secreta». De forma general solían contar con los típicos objetos del resto de los presidios como cadenas o grilletes para controlar la furia o mordazas contra la blasfemia.
Disponían de un único contacto con el exterior y era el «boquete», un vano en el patio que les permitía hablar con sus familias.
Las primeras casas-galeras se crearon en Madrid y Valladolid. Luego fueron surgiendo otras como en Valencia, Salamanca o Zaragoza
Uno de los principales peligros para las mujeres era ser forastera en una ciudad. Existía la normativa que cuando una dama llegaba a una ciudad, debía presentarse en la galera local antes de seis días para evitar ser detenida. El simple hecho de que una mujer vagara por una ciudad se consideraba que no tenía «amo», es decir, un lugar donde limpiar. Los alguaciles tenían la orden de detener a esas mujeres perdidas, las que pedían limosna o simplemente que se encontraban en una esquina por la noche.
¿Y si las mujeres reincidían?
Cuando cumplían la pena abandonaban el presidio pero podían regresar si volvían a reincidir. Si era la segunda vez su pena era doblada y además eran marcadas en la espalda con un hierro candente con el escudo de armas de la ciudad. En caso de una tercera vez, la pena era tresdoblada y al abandonar la galera eran apercibidas de que sería la última. En caso de entrar por cuarta vez, era ahorcada en la puerta de la propia galera.
La fundación de galeras
Tras el escrito de la madre Magdalena en 1608, el rey ordenó crear casas-galera en Madrid y Valladolid. Se cree que la primera fue creada en Madrid aunque se desconoce la fecha. Es posible que se iniciara el reglamento pero no en un edificio concreto. Se sabe que en 1634, el actual Palacio de Santa Cruz ubicaba la nueva cárcel de Corte y disponía de espacios exclusivos para la reclusión de mujeres.
En 1610 se fundó la galera de Valladolid, ciudad donde se ubicaba la chancillería junto con Granada. En 1644 se creó la de Valencia en Torres de Quart y posteriormente también otras en Salamanca y Zaragoza.
Evolución en la reglamentación referente a las “galeras”
Los escritos de 1608 fueron el origen, pero pese a la dureza de estos edificios, aún eran considerados de un carácter más asistencial que jurídico. A finales del siglo XVIII cambió ese enfoque. Primero con “Instrucción para el mejor régimen y gobierno de la galera de esta Corte” por Antonio González Yebra y después por “Las ordenanzas de la casa galera de Valladolid” de Luis Mariano Pereyra. Surgía una nueva mentalidad jurídica y penal para la reclusión femenina, desapareciendo ese carácter moral, benéfico o asistencial que se realizaba hasta entonces. Al menos esta nueva ordenanza hizo aumentar algunos derechos de la reclusas, como a los referentes a la higiene o a la redención de pena por trabajo. Incluso se creó un rol de «protector de la cárcel» que ayudaba a las reclusas.