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Heroínas de la Historia del Arte: Ángeles Santos Torroella

Continuamos con nuestras Heroínas de la Historia del Arte, repasando la obra y la vida de una de las más destacadas artistas de la vanguardia española del siglo XX, que logró, aunque fuera al final de su vida, ser reconocida por el enorme talento de su obra.

Ángeles Santos Torroella (Port Bou, Girona, 1911 – Madrid, 2013) fue otra de esas mujeres españolas atrevidas que supieron crear su propio mundo en la España del siglo XX. Hija del funcionario de aduanas Julián Santos y Aurelia Torroella, fue la mayor de ocho hermanos, entre los que destaca su hermano Rafael, profesor de la Facultad de Bellas Artes de San Jorge y autor de libros sobre Miró, Picasso y Dalí.

Ángeles Santos Torroella junto a su autorretrato 1943
Ángeles Santos junto a su autorretrato de 1943

Autorretrato (1928)

autorretrato Ángeles Santos Torroella
Autorretrato de Ángeles Santos Torroella (1928)

Pintado en 1928, su mirada ya nos muestra una Ángeles que no las tiene todas consigo de la sociedad que la rodea. Una joven que a pesar de residir una provincia de interior como Valladolid posee un mundo inmenso en su mente pero que se representa tan sencilla como era y cómo vivió.

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Sus estudios se limitaron a los recibidos internada en el Colegio de las Esclavas Concepcionistas de Sevilla, donde con catorce años se inicia en dibujo y pintura, y posteriormente en Valladolid recibirá clases del italiano Cellino Perotti.

El Vaso de Vino (1929)

El vaso de vino Ángeles Santos Torroella
El vaso de vino (1929)

Antes de llegar a la veintena, creará desde Valladolid – donde residía su familia en ese momento – obras con gran personalidad como El Vaso de Vino (1929), donde la deformación expresionista se mezcla con el surrealismo en una presentación final muy clara que le provocará odas y alabanzas por parte de los grandes de su época como Federico García Lorca o Gómez de la Serna.

La tía Marieta (1928)

La tía Marieta Ángeles Santos Torroella
La tía Marieta (1928)

La tía Marieta (1928) es uno de los primeros cuadros de Ángeles Santos. Fue seleccionado para el Salón de Artistas Vallisoletanos en 1928, lo que nos lleva a una Angelitas (como la llamará Lorca) de dieciséis años que retratará rápidamente y del tirón, según ella misma cuenta en una entrevista, a su tía cosiendo en el comedor de casa de sus abuelos .

Se inició en la pintura a los catorce años y más tarde se formó con pintor italiano Cellino Perotti

Un mundo (1929)

Un mundu de Ángeles Santos Torroella
Un mundo (1929)

Madrid, Salón de Otoño de 1929. Una desconocida Ángeles presenta con 17 años Un mundo, lienzo monumental de 3 x 3 metros realizado desde Valladolid, ajena a todo lo que se cocía en Europa en aquel momento. Gómez de la Serna la describe como «Santa Teresa de la pintura oyendo palomas y estrellas que le dictan el tacto que han de tener sus pinceles”.

Para la obra, ella se inspirará en los versos de Juan Ramón Jiménez:

«… vagos ángeles malvas
pagan las verdes estrellas
Una cinta tranquila
de suaves violetas
abrazaba amorosa
a la pálida Tierra”

De estos seis pequeños versos saldrá una de las obras surrealistas más maravillosas del momento. Por las escaleras descienden mujeres con las migajas de luz que han arrancado al sol, algunas son convertidas en estrellas al lanzarlas al abismo y otras forman parte de los sueños de los niños, mientras, la ciudad es abrazada por una cinta de cuidadosas violetas.

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Además, no olvidéis que muchos pequeños grandes detalles son imprescindibles para valorar esta obra con todo su poder, como por ejemplo que las influencias a la artista le llegan desde revistas y publicaciones, no por visión directa las obras de los miembros de la nueva objetividad alemana (con la que podríamos relacionar el lienzo con un simple vistazo) o con las obras de Joan Miró, las cuales conoce a través del libro Realismo mágico, post expresionismo de Franz Roh.

Tras el Salón de Otoño, expondrá de forma individual en París o de forma colectiva en San Sebastián, Copenhague, Pittsburgh y en el pabellón español de la Bienal de Venecia en 1936.

La tertulia (1929)

Tertulia de Ángeles Santos Torroella
La tertulia (1929)

Otra de sus obras cumbre. Las mujeres en esta época vivían apartadas en un mundo paralelo al de los hombres como ya traté en la entrada sobre Maruja Mallo. Esta creación es una maravilla descriptiva acerca de la situación femenina del momento.

Pintó hasta la edad de 98 años, el día que le dijo a su hijo Julián “Ya no pinto más

Las cuatro figuras rebosan movimiento en toda la composición, regalándonos una sensación de intriga y curiosidad a la par que frialdad y magnetismo al primer vistazo, que nos lleva a querer estar en la misma mesa con ellas para saber de qué están hablando.
La diferencia respecto a La tertulia del Café de Pombo (1930) de José Gutiérrez Solana es manifiesta, siendo esta una obra expresionista y con una rigidez e hieratismo de personajes que nada tiene que ver con la nueva tertulia. Es en esta obra donde los principios de la Nueva Objetividad se recrean a la perfección a pesar de la distancia física con sus miembros si la vemos junto con Autorretrato (1927), de Christian Schad, o el Retrato de la periodista Sylvia von Harden (1926), de Otto Dix.

Cena familiar (1930)

Cena familiar Ángeles Santos Torroella
Cena familiar (1930)

El éxito de las obras anteriores provoca un conflicto interno en la artista, al verse encerrada en Valladolid sin posibilidad de desplazamiento hacia zonas más intelectuales como Madrid y a pesar de estar rodeada de personalidades como Jorge Guillén o los hermanos Cossío, integrantes de la Generación del 27.

Ese «encierro» desembocará en una actividad frenética que le lleva a crear sin parar durante 3 años y que vemos representado en las relaciones familiares con su familia en esta obra, situada temporalmente tras el Salón de Otoño.

Las críticas al más puro estilo de las pinturas negras de Goya se encuentran patentes en la factura: una familia burguesa con servicio doméstico y cocinera comen sin cesar amontonados alrededor de una humilde mesa. Su madre, mujer fina y elegante que sabía tocar el piano aparece representada como un monstruo que come las patatas enteras con las manos, al igual que una de las niñas, que se asemeja a un chimpancé, en una crítica elegante pero efectiva con gran acidez como las composiciones del alemán George Grosz.

Retrato de Conchita (ca. 1929)

Retrato de Conchita Ángeles Santos Torroella
Retrato de Conchita (ca. 1929)

En 1933 Ángeles Santos se instala en Barcelona y se casa con el también artista Emilio Grau Sala, del cual al poco tiempo la Guerra Civil los separa. Con él exiliado en París, ella se instalará en Cataluña y tendrá un parón artístico muy largo. Expondrá en la Barcelona novecentista de los años 30 pero su pintura será considerada siniestra y tétrica, por lo que cambia su expresión a un lenguaje más dulce y tradicional para sobrevivir. No es hasta después de la dictadura que regresa el interés por las vanguardias que popularizarán sus obras de nuevo, junto con el regreso de su marido en 1969.

Una vez regresado su esposo, volvió a pintar hasta bien entrados los noventa años, donde pudo vivir de su pintura: jardines encantadores, niños, flores y alacenas, un mundo feliz, esta vez redondo y sedoso, que le ayudó a olvidar el anterior mundo de dónde venía, más ambicioso y fuerte pero también lleno de tristeza y desolación.

Ángeles Santos Torroella
Ángeles Santos junto a sus cuadros

Desde mi punto de vista como historiadora creo que una de las cosas buenas que ha tenido esta pandemia es que ha permitido al Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía poder tener tiempo a reorganizar su exposición. La nueva colección, bautizada como “Vasos Comunicantes, 1881-2021” le ha dado a Ángeles el lugar de Heroína que se ganó silenciosamente a brochazos en la Historia del Arte.

La vanguardia femenina española estaría coja sin ella. Siguió pintando hasta los 98 años, hasta que un día le dijo a su hijo Julián (también pintor) “Ya no pinto más”. Ciudadana de un mundo y una sociedad que no supo valorarla, creó su propio universo donde poder mostrar sus pensamientos hasta que por fin, en 2003, se le concedió la Medalla de Oro en las Bellas Artes.

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