spot_img

La corte de los milagros

Durante el siglo XIII, en la Francia de los Capetos, París experimentó un rápido crecimiento urbanístico. La fastuosa catedral de Nôtre-Dame se había comenzado a construir unos años antes y, durante la primera mitad del siglo, se construyeron la Saint Chapelle, el castillo del Louvre y se fundó la Universidad de París.

El lujo y las grandes construcciones llenaban la ciudad… No, mentira. Se concentraban en la Île de la Cité, la isla del Sena donde estaba el palacio real, y el lado sur del río, el Quartier Latin.

Sin embargo en el lado norte, en la zona del actual mercado de Les Halles, había un París bien distinto. Un París de prostitutas y carteristas, de mendigos y ladrones, que malvivían hacinados en las estrechas callejas medievales de la ciudad, lejos de la pompa de la corona, entre las calles Montmartre y Montorgueil, donde a los niños se les enseñaba a robar desde bien pequeños.

En estos barrios la autoridad no se atrevía a penetrar. Tenía sus propias leyes, su propio argot e incluso su propio gobierno. Se trataba de la Corte de los Milagros.

Por la mañana, mendigos, pordioseros, tullidos, ciegos y pedigüeños en general salían de la Corte de los Milagros, luciendo sus miembros amputados, cegueras, enfermedades y todo tipo de lesiones y enfermedades… simuladas, camino a los barrios comerciales más ricos de la ciudad, a pedir limosna.

Pero por la noche, todos ellos volvían a su casa donde todas sus enfermedades y discapacidades desaparecían «milagrosamente».

Tras la muerte de Felipe IV Le Bel y la llegada de la dinastía Valois las condiciones de vida en París empeoraron notablemente, hasta el punto de que durante el siglo XIV y principios del XV la ciudad vivió tres revueltas ciudadanas, llegándose incluso a tomar la Bastilla (sí, mucho antes de la Revolución Francesa).

Puedes imaginar lo que todo esto significaba para el pueblo: más impuestos, más hambre, más miseria. Las consecuencias también las puedes imaginar, y es que la Corte de los Milagros, el barrio de las miserias, no sólo no desaparece sino que su modelo se replica por todo París.

En el siglo XVII, durante los reinados de Luis XIII y Luis XIV, había nada menos que doce puntos en París con ese nombre. El grado de organización de toda esta chusma era tal que incluso elegían a su propio rey, el Gran Coesre.

la-corte-de-los-milagros-gran-coesre
El gran Coesre, el ‘rey’ de la corte de los milagros.

Es en esta época cuando su «poder» se hace tan grande que ni la policía ni aún el ejército se atreven a penetrar en los dominios del Gran Coesre. De hecho, cuando en 1630 Luis XIII ordenó construir una nueva calle que atravesara, la zona todos los obreros fueron asesinados y hubo que cancelar el proyecto.

La mayor de las doce cortes era la llamada Gran Corte de los Milagros, el lugar más peligroso de París y, seguramente, de Francia, y las historias sobre ese lugar y los lances que en él sucedían sirvieron de inspiración a muchos artistas en los siglos posteriores.

El propio Victor Hugo se inspiró en las aventuras y personajes de la Corte de los Milagros para escribir su Nuestra Señora de París y Gustave Doré, el magnífico ilustrador del Quijote del siglo XIX, le dedicó una bellísima lámina.

la-corte-de-los-milagros-gustavo-dore
Ilustración de Gustave Doré.

El final de la Gran Corte de los Milagros llegó en 1668 cuando el Rey Sol, después de una oleada de crímenes más intensa de lo habitual, decidió que eso tenía que terminar a toda costa, a riesgo de que los delincuentes y prostitutas acabaran adueñándose de toda la ciudad.

Así que ordenó su destrucción enviando una gran fuerza policial. Y se emplearon a fondo, no sólo en la Gran Corte de los Milagros sino también en el resto de puntos negros de la capital francesa. En 30 años se enviaron docenas de delincuentes a galeras y muchos otros fueron ajusticiados.

Sin embargo éste no fue el final de la Corte de los Milagros. Como suele suceder cuando no se actúa sobre las causas de los problemas, en los años y décadas posteriores el problema se reprodujo, aunque con menor intensidad, y la baja estofa de París fue retomando la zona poco a poco.

Su final llegó definitivamente a finales del siglo XIX, cuando los tugurios se demolieron para construir el mercado de Les Halles. Buena parte del barrio medieval de la ciudad fue arrasado para la construcción de un gran mercado central que, desde entonces, ha sido derribado y reconstruido varias veces, la última de ellas en 1970.

Artículo de Enrique Ros
@apuntesdehistor

spot_img

ÚLTIMOS ARTÍCULOS

Autor

Comparte

1 COMENTARIO

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí