Esta frase es de D. Miguel de Cervantes y Saavedra al referirse a la gran victoria en la batalla de Lepanto ante la armada turca, ocurrida el 7 de octubre de 1571. Fue un gran éxito de la Monarquía Católica en coalición con otros países como Venecia y los Estados Pontificios, en lo que se llamó la Liga Santa.
Don Miguel fue testigo de excepción en la batalla pues luchó en la galera Marquesa y pudo ver de primera mano tan insigne suceso. De todos es sabido que que fue herido en una mano y desde entonces se le conocería como el Manco de Lepanto pese a no quedar manco.
Su vuelta de Lepanto no fue tan gloriosa como la batalla. Tras pasar por Nápoles, su galera fue atacada y apresada, llegando a Argel en 1575 donde permanecería cautivo durante cinco años. Probablemente los argelinos dimensionaron el valor del cautivo, solicitando un rescate muy por encima de lo que podía pagar sus familiares. Durante este tiempo pudo darse cuenta del significado de la libertad como mostró en frases de El Quijote.
Siendo recaudador de impuestos en Sevilla y por unos dineros que no aparecieron, volvió a estar preso en 1597, de donde se dice que comenzó a escribir su gran obra. Pero de nuevo años más tarde volvió a ser encerrado, esta en en Algamasilla de Alba, aunque el motivo de su cautiverio no está muy claro. Lo que sí está claro es que en 1605 vio la luz la primera parte de su libro universal: El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha.
“La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos…»
Don Quijote