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La muerte de Cicerón

Marco Tulio Cicerón fue sin duda una de las personalidades más importante de la historia de Roma. Vivió una época muy convulsa, el final de la república y el nacimiento del gran imperio. Este nuevo tiempo, lleno de intrigas, será el que acabaría con el gran orador de la república romana.

El desencadenante fue el asesinato de Julio César. Tras la muerte del considerado constructor del imperio, Marco Antonio, uno de sus generales, lideró la causa contra los implicados en su muerte, lo que implicaría una inevitable guerra civil y probable dictadura.

Marco Tulio Ciceron
Marco Tulio Ciceron

Sin embargo fue precisamente Cicerón quien lo evitó. De mente ágil como ninguno, se valió de un familiar de César para darle la vuelta a la situación. Nos referimos a un jovencísimo Augusto, sobrino-nieto de Julio, al que dio el mando del ejército consular para poner fin al desafío de Marco Antonio. Sin embargo la jugada no salió como esperaba y al final el poder se había transformado en un triunvirato de Augusto, Marco Antonio y Lépido. Cicerón había cometido un error enorme y definitivo para la República: había sustituido una dictadura por otra de tres cabezas.

Triunvirato Octavio Augusto Marco Aurelio Lepido
Triunvirato formado por Octavio Augusto, Marco Antonio y Lépido (de izq. a dcha.)

Ante estas circunstancias, Cicerón comenzó a difamar a algunos personajes, como Marco Antonio, algo que será crucial para su futuro. Pronuncia sus famosas “Filípicas” contra el triunviro y su mujer.

Marco Antonio y Lépido comenzaron a hacer las purgas. Redactaron una serie de listas negras de los que fueron enemigos de Julio César e incluso cualquiera que pueda oponerse a ellos. En estas listas encontramos a Cicerón. Cuando este se enteró, intentó de huir de Roma, pero fue descubierto y asesinado en plena calle cortándole la cabeza. Marco Antonio había exigido (literalmente) su cabeza. Fulvia, su mujer, le atravesó la lengua con un alfiler como venganza.

Lo más lamentable del suceso es que Augusto, futuro primer emperador de Roma como César Augusto, no hizo nada para evitar el fatal desenlace. El mismo que se había referido a él como “padre” cuando le acogió, le había sacrificado sin ningún pudor por razones de estado y poder.

Bibliografía:“Historia de la humanidad” (Rafael Ballester)
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