Guillermo I de Inglaterra, el Conquistador, sin duda un sobrenombre le hacía honor a lo que fue, fue un valeroso guerrero que lideró grandes y victoriosos ejércitos. Pero también se le conoce como Guillermo el Bastardo, por ser hijo ilegítimo de Roberto I, duque de Normandía. De su padre, tras su muerte en Tierra Santa, heredó el ducado en 1035, y en 1066 se impuso en la batalla de Hastings a Harold II, convirtiéndose el primer rey normando de Inglaterra.
Sin embargo un valeroso guerrero merece una muerte heroica y esto no le sucedió a Guillermo el Conquistador. En 1087, mientras guerreaba en Francia, en concreto sitiando Mantes, su caballo se asustó y la silla de montar le causó una profunda herida que le llevaría a la muerte días después.
Pero no acabaron allí sus penurias. El cadáver de Guillermo I de Inglaterra fue robado, al que despojaron de todas sus pertenencias, dejando el cuerpo tirado y desnudo en plena calle. Unos monjes de Caen lo encontraron y se hicieron cargo. Cuando le iban a dar un entierro digno del personaje, se dieron cuenta que el recio monarca no cabía en el ataúd que le habían preparado. Guillermo I había engordado un poco en los últimos años y cuando apretaron el cuerpo para que encajara y poderle dar cristiana sepultura, reventó su prominente barriga y un olor nauseabundo inundó la iglesia. Finalmente pudieron terminar con la celebración y dejarle descansar en paz.