La kriegsmarine, como se denomina a la marina Alemana, no tuvo en la Segunda Guerra Mundial casi ninguna opción contra la muy superior armada aliada, sobre todo la británica. El tratado de Versalles firmado tras la primera gran guerra, había condenado a la otrora orgullosa kriegsmarine a la nada. Por ello cuando comenzó la guerra en 1939 la inferioridad alemana en buques de guerra era de 10 a 1. Sólo el arma submarina fue realmente importante hasta el punto de poner contra las cuerdas a los aliados.
«Lo único que realmente me aterró durante la guerra fue el peligro de los submarinos alemanes»
Winston Churchill
Tras el hundimiento del acorazado Bismark, que le enfrentó a él solo contra toda la armada británica, tomó fuerza las tesis de Karl Dönitz, jefe de submarinos, en las cuales la kriegsmarine sólo podría hacer la guerra bajo el agua. Los grandes éxitos iniciales convencieron a Hitler y comenzaron la fabricación a gran escala de los famosos u-boots.
La invasión de Francia en julio de 1940 se presentaba como una gran oportunidad, pues los uboots disponían de acceso directo y rápido al Canal de la Mancha desde las bases francesas del Atlántico, como St. Nazaire o Lorient, en esta última se encontraba el centro de mando de las operaciones submarinas.
Dönitz demandaba más unidades, deseaba disponer de 300 operativas. Sin embargo esto no pudo lograrlo hasta 1943. Pese a todo 1940 fue negro para los buques ingleses. Los alemanes consideraron entre julio y octubre de 1940 como «los buenos tiempos«, ya que en este periodo los submarinos hundieron 217 barcos perdiendo sólo 2 unidades.
Para disminuir las pérdidas aliadas, comenzaron a usarse los convoyes, grandes grupos de barcos con escolta de algunos pocos destructores. Ante esto, Dönitz ideó las manadas o jaurías de lobos. Grandes grupos de submarinos que actuaban juntos contra los convoyes, dado que se encontraban en mayoría frente a los escoltas, lograban grandes victorias.
Tras el desastre de mayo de 1943, con 43 submarinos perdidos, Dönitz admitió que la batalla del Atlántico se había perdido.
En mayo de 1941, los aliados encontraron un tesoro en un uboot capturado (U-110): una máquina enigma, que era usada por los alemanes para encriptar los mensajes. En ese momento, y con el desconocimiento de los germanos, comenzaron a escuchar las conversaciones del centro de mando Alemán y sus manadas de submarinos, así los convoyes podían esquivarlos y las bajas disminuyeron notablemente. La decodificación de los mensajes alemanes fue sin duda la más grande victoria aliada por encima de las grandes batallas.
Pero la entrada de los Estados Unidos en la contienda, tras el ataque japonés a Pearl Harbor, otorgó a los submarinos alemanes otra nueva zona de ataque. La costa norteamericana comenzó a ser atacada por las manadas de Dönitz. Se considera entre enero y mayo de 1942 como unos «segundos buenos tiempos» ya que en este periodo multiplicaron por 4 los hundimientos respecto al mismo periodo del año anterior.
Se considera entre julio-octubre del 1940 y entre enero-mayo del 1942 como los ‘buenos tiempos’ para la marina alemana.
Pero los aliados comenzaron a contrarrestar los ataques alemanes con la decisiva ayuda aérea. A mediados de 1942 ya no había ninguna zona sin cobertura de las defensas aéreas, por lo que los submarinos no tenían ninguna zona de descanso y eran perseguidos incluso por la noche.
Y en 1943 todo cambió. Las bajas de los uboots se dispararon y comenzaban a superar con creces a los que las fábricas podía construir. Los alemanes botaban unos 15 nuevos sumergibles al mes, menos de 200 al año. Así pasaron de tener unas bajas de 35 unidades en 1941 y 87 en 1942, a 237 durante el 1943. Los números ya no le salían al almirante Dönitz y tras el desastre de mayo de 1943 (¡43 uboots perdidos!) admitió que la batalla del Atlántico se había perdido.
Siguieron operando pero sin posibilidad de invertir el signo de la guerra, ya en clara desventaja para Alemania. El desembarco de Normandía y pérdida de Francia provocó el fin de las bases francesas de submarinos. Fue el fin de las manadas de lobos. Los submarinos volvían a ser cazadores solitarios.
En la batalla más longeva de la guerra, la del atlántico, los uboots alemanes se apuntaron cerca de 2.500 barcos aliados hundidos. Pero perdieron la batalla y casi 800 unidades, apenas un 10% de submarinos se salvaron al final de la guerra.