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Mendizábal y las desamortizaciones del siglo XIX

Probablemente cuando escuchamos la palabra desamortización enseguida pensamos en el siglo XIX y en un personaje como Juan Álvarez Mendizábal, pero la llamada Desamortización de Mendizábal fue uno más de los procesos desamortizadores que se dieron a lo largo del siglo.

La desamortización

La desamortización, a la que también se suele referir como la desamortización del siglo XIX o la desamortización española, fue un proceso de incautación y venta de los llamados bienes de manos muertas, es decir aquellos que pertenecían a instituciones y que no se podían enajenar (ni vender ni ceder). Estos bienes eran, entre otros, de mayorazgos, instituciones eclesiásticas o incluso propiedades de los ayuntamientos, y ninguno de ellos se libró de estos procesos.

Pese a que siempre que hablamos de las desamortizaciones aparece Mendizábal, las hubo antes y después del gaditano (sí, hemos dicho bien, de mismo “Cai”) incluso nos tendríamos que remontar a finales del siglo XVIII con Carlos III.

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De Jovellanos a Madoz

Jovellanos se había referido a la necesidad de poner en funcionamiento las tierras de manos muertas en su popular Informe sobre la Ley Agraria de 1795. En 1798, liderado por Cayetano Soler, ministro de Carlos IV, comenzó un proceso desamortizador que se alargó hasta el comienzo de la Guerra de la Independencia. En este primer proceso se pusieron en venta las casas de beneficencia, hermandades, obras pías y Patronatos de legos. El Trienio Liberal (1820-1823) también tuvo su proceso desamortizador, aunque nada que ver con el que llegó en 1836 con Mendizábal. Tras este, del que hablaremos a continuación, llegó el otro gran proceso del siglo, en 1855 con Pascual Madoz.

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Pascual Madoz llevó a cabo la segunda gran desamortización del siglo XIX

Juan Álvarez ¿Mendizábal?

El nombre real de Mendizábal era Juan de Dios Álvarez Méndez, pero decidió cambiar el apellido de su madre por el de Mendizábal para evitar mostrar su origen. Era hijo de comerciantes gaditanos de ascendencia judía, y formaban parte de los llamados cristianos nuevos. Por ejemplo, se sabe que sus cuatro bisabuelos habían estado implicados en procesos de la Inquisición. Así, cambiando el apellido por Mendizábal, su lugar de nacimiento (Cádiz por Bilbao) y omitiendo el “de Dios”, quedó como Juan Álvarez Mendizábal. ¿Quién podría dudar de un «bilbaíno» de pura cepa?

Mendizábal quería crear MUCHOS pequeños propietarios de tierra para luchar a favor de LA causa liberal

Un liberal exaltado

Mendizábal era considerado como un liberal exaltado o veinteañista, en esa división liberal que encontramos en los primeros años del siglo XIX y que los diferenciaba de los moderados o doceañistas. Tenían de una idea diferente de abordar los nuevos gobiernos liberales, donde los exaltados deseaban una ruptura radical con el Antiguo Régimen, y consideraban que la Constitución de 1812 era demasiado «light».

Participó en la Guerra de Independencia y pronto entró en contacto con círculos liberales entre los que se encontraban Isturiz, Alcalá Galiano o Riego. También perteneció a grupos masónicos en su Cádiz natal. Participó en el pronunciamiento de Cabezas de San Juan en 1820, que desplazó al rey Fernando VII del trono durante el Trienio Liberal hasta la intervención de los 100 Mil Hijos de San Luis. El acuerdo de los defensores del absolutismo en el Congreso de Verona, herederos de los acuerdos de Viena, acabaron con este segundo sueño liberal y dieron con Mendizábal en el exilio.

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Juan Álvarez Mendizábal

El exilio y los negocios

Durante su estancia en Inglaterra cultivó importantes amistades diplomáticas y tuvo notable éxito en los negocios, por lo que tras la amnistía de Cea Bermúdez, fue requerido como ministro de Hacienda. La razón por la que José María Queipo de Llano, conde de Toreno y presidente del gobierno moderado llamó a un exaltado como Mendizábal, debemos encontrarla, probablemente, en su deseo de equilibrar los perfiles de su gobierno. El gobierno de Toreno duró poco y Mendizábal le sustituyó como presidente de gobierno, manteniendo la cartera de hacienda. Este nuevo gobierno no duró ni un año, pero le dio la posibilidad iniciar su famosa desamortización el 19 de febrero de 1836 mediante un Real Decreto.

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Con el nuevo gobierno volvió a ocupar de nuevo el Ministerio de Hacienda. Era el momento de más influencia de Mendizábal como figura clave entre los liberales progresistas. Incluso durante la regencia de Espartero también fue elegido ministro de hacienda y en enero de 1843 fue alcalde de Madrid. Sin embargo las cosas se pusieron complicadas y ese mismo año volvió a partir para el exilio, esta vez destino París. Volvió de nuevo tras una nueva amnistía y ejerció de diputado, pero ya estaba lejos de la figura que había sido en los años anteriores.

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Caricatura de la época sobre la Desamortización de Mendizábal

La desamortización de Mendizábal

Los principales objetivos desamortizadores fueron sanear la Hacienda Pública, que estaba en una situación deplorable y no podía hacer frente a los gastos ni al pago de las deudas. La fuente principal de la riqueza de España era la agricultura, y aumentando el número de tierras cultivables aumentarían también los impuestos, siendo una importante razón para que las tierras de manos muertas pasarán agricultores que pudieran explotarlas.

Juan Álvarez… Ni se apellidaba Mendizábal ni había nacido en Bilbao

Otro de los objetivos de Mendizábal era la finalización de la guerra, no olvidemos que durante gran parte del siglo XIX se sucedieron las interminables Guerras Carlistas. Con el dinero obtenido, Mendizábal quería finalizar la guerra en 6 meses, algo que no logró ni de lejos…  Además de sus ideas anticlericales, ya que su desamortización se aplicó sobre todo a los bienes del clero, deseaba crear familias de propietarios que tuvieran como ideal la causa liberal. Esto tampoco le funcionó como ahora veremos.

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La desamortización de Mendizábal se puede dividir en dos fases. Una primera que comenzó en 1836 y que afectó principalmente al clero regular, y una segunda fase desde 1841, y que afectó a los bienes del clero secular, finalizando en 1844. Durante este tiempo se vendió alrededor del 62% de todos los bienes eclesiásticos, lo que representaba tres quintos del total de los bienes de la Iglesia. En dinero se consiguió cerca de tres mil quinientos millones de reales de vellón.

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Ventas de las desamortizaciones de Mendizábal y Madoz

La principal diferencia con la posterior Desamortización de Madoz (entre 1855 y 1867)  es que además de bienes eclesiásticos, también afectó a los bienes civiles, proceso que incluyó, por ejemplo, tierras comunales de ayuntamientos.

Resultado de los procesos de desamortización

Durante los procesos desamortizadores del siglo XIX se consiguieron parta las arcas públicas unos 13.000 millones de reales de vellón (la de Mendizábal supuso aproximadamente un tercio del total). Desde luego que se mejoró la hacienda y se pudo continuar con la guerra hasta lograr vencer al ejército carlista (aunque muy lejos de los seis meses que deseaba Mendizábal…). Sin embargo no se consiguió el reparto prometido de tierra. La mayoría de la historiografía coincide tanto en referirse a la Iglesia como la gran derrotada, como a la aristocracia como la triunfadora del proceso. En la mayoría de los casos fueron los de mejor posición económica los que pudieron comprar las tierras en lugar de los campesinos más desfavorecidos. Además la venta de terrenos comunales de los municipios (realizado sobre todo bajo Madoz) perjudicó a muchos campesinos y pequeños propietarios agrícolas que se beneficiaban de estas tierras, utilizándolas para pasto o para leña. Esto fue una de las causas que muchos de ellos se fueron uniendo al bando carlista.

Otro grave problema fue el expolio artístico. La venta indiscriminada de los bienes eclesiásticos propició que muchas obras de arte desaparecieran y otras terminarán fuera de España.

Como curiosidad el propio Mendizábal adquirió tierras desamortizadas. Probablemente para tratar de ocultarlo las puso a nombre de sus hijos e incluso de su amante, familiar de Agustín de Argüelles. No es de extrañar que la riqueza que fue amasando (no olvidemos que fue un hábil hombre de negocios) estuviera lejos de los ideales de los liberales progresistas.

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