Los mesteres surgieron durante la Baja Edad Media, sobre todo en el siglo XIII, con el fin de educar a las gentes mediante una literatura que se solía contar en las calles y plazas para que pudiera llegar a todo el mundo.
‘Mester’ significa arte u oficio y de ellos existían tres tipos: mester de clerecía, mester juglaría y mester de cortesía, que se diferenciaban sobre todo por el perfil del que ejercía el mester y el lenguaje usado.
«Como dice Aristóteles, y es cosa verdadera,
el hombre por dos cosas trabaja: la primera,
por tener mantenencia; y la otra cosa era
por poderse juntar con hembra placentera.»El libro del buen amor
Mester de juglaría
El mester de juglaría era el más popular de todos, el oficio que transmitía las tradiciones y las leyendas populares con una base fundamental en los cantares de gesta y la principal muestra es el Cantar del Mío Cid. Aquí los héroes son mostrados de forma épica con todas sus virtudes como representación del bien frente al mal. Este arte era difundido por los juglares que contaban estas historias amenizadas con música. A diferencia de los trovadores, estos eran de origen más humilde y no solían ser los autores de las obras que cantaban.
Mester de clerecía
El mester de clerecía era el realizado por clérigos y eclesiásticos, habitualmente gente de más cultura que los juglares y cuyo fin era sobre todo pedagógico, basándose en fuentes de autores clásicos que les permitía mostrarse como más cultivados. Debido a su formación, lo habitual era mostrar temas religiosos aunque también había sitio para motivos heroicos, mezclando en muchas ocasiones lo pedagógico con el entretenimiento. En los mesteres de clerecía se manifestaba una clara intención de mostrar la autoría de los textos, algo poco común en los cantares de gesta.
Entre los ejemplos de mester de clerecía aparece sin duda el Arcipreste de Hita con El libro del buen amor, la obra más importante del siglo XIV y donde mezcla composiciones religiosas y profanas con un tono a menudo satírico. Otra muestra de este tipo de mester es Gonzalo de Berceo, clérigo secular y uno de los primeros poetas castellanos conocidos que basó su obra en temas religiosos como Los milagros de Nuestra señora, donde narra milagros de la Virgen.
Tanto el de clerecía como el de juglaría eran artes escritas para ser leídas y no para permanecer en las bibliotecas y forman las dos principales escuelas de literatura medieval.
Mester de cortesía
Había un tercer oficio que era el mester de cortesía, cuyo origen se situaba en las cortes medievales y que tenía como finalidad la de educar a los nobles y las gentes de alta cuna, con temas escolásticos o de caballería. Como ejemplo de este oficio palatino tenemos al infante Don Juan Manuel, nieto de Fernando III el Santo y sobrino de Alfonso X el Sabio, y autor de El Conde Lucanor.
Una de las principales diferencias con las anteriores era que el de cortesía se realizaba comúnmente en prosa mientras que tanto en juglaría como en clerecía se usaba el poema como recurso literario, aunque entre estas también había diferencias en su estructura. Además los juglares y los clérigos usaban habitualmente la lengua romance, la más popular y extendida, que permitía llegar a más gente. Estas lenguas de origen indoeuropeo surgieron del latín vulgar y se fueron formando como expresión de la vida cotidiana.
Muy buen artículo, gracias por compartir.
Muchas gracias angélica!!
Entre los trovadores del amor cortés era muy frecuente descubrir signos sutiles, palabras clave y significados paralelos porque al dirigirse a la Dama con su muestra de afecto romántico, también proyectaban la relación con la comunidad de los cátaros (que recibía el nombre femenino en occitano, de Joana).
Su poesía, sus composiciones musicales -que propagaron de castillo en castillo- trasladaban algo del sentimiento de cercanía que la población occitana, y en parte de Lombardía, Aragón y Cataluña, hacia los cátaros y cátaras que mostraban un ejemplo de vida intachable.
El lenguaje tan rico de la lengua romance d’Oc, expresaba delicadamente no sólo un tipo de amor cortés, más orientado al alma que a la galantería. La relación de igualdad que se otorgó libremente a la mujer, la apreciación de la dignidad de cada persona sea cual fuera su status social, y el rechazo al autoritarismo de los clérigos romanos, condujeron a muchos trovadores a incorporar el find’amor o amor galante con una dimensión más amplia.
Cuidando de no ser descubiertos por quienes perseguian la disidencia, representaron con sus poemas una aspiración hacia calidades del comportamiento propias de un caballero.