La broma era un auténtico problema para los navíos del siglo XVII y XVIII. Se trata del Teredo navalis, un molusco alargado y con forma de gusano que perforaba los cascos de los barcos y les causaba tremendos problemas llegando incluso a perder barcos por el debilitamiento de sus cascos. Hacía una especie de túneles en la madera, que finalmente se llegaba a parecer un colador.
Esto fue solucionado cuando los cascos comenzaron a recubrirse de materiales como el cobre. Ya en el s. XX se utilizaron pinturas especiales. Es curioso que el molusco afectaba en mayor medida dependiendo de las clases de madera, por ejemplo los barcos españoles construidos en el en el astillero de La Habana (s. XVIII ) sufrían menos este contratiempo frente a los que se construían en la península (como Ferrol o Cartagena). La broma afectaba más en los mares más salados y templados que en los dulces y fríos, donde no sobrevivía. Por ejemplo el navío sueco «el Vasa» hundido en el año 1628 en el frío Mar Báltico y reflotado más de 3 siglos después, apenas habría sufrido problemas en su madera.