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El Tratado del Ebro como desencadenante de la Segunda Guerra Púnica

La toma de Sagunto por los cartagineses en 218 a.C., tras ocho meses de asedio, ha sido interpretado habitualmente como el casus belli de la Segunda Guerra Púnica (218 a.C. – 201 a.C.) ya que rompía el Tratado del Ebro. Sin embargo existen muchas dudas sobre el desencadenante real que causó el comienzo de las hostilidades, que probablemente desearan ambos bandos.

Para ello tenemos que revisar el Tratado del Ebro, que según nos cuenta Polibio, fue firmado en el año 226 a.C. por los emisarios romanos y por Asdrúbal “el Bello”, líder cartaginés por entonces en Iberia.

El problema: las fuentes romanas

El principal problema al que nos enfrentamos al analizar el mundo antiguo son las fuentes. En este caso, todas las que disponemos son romanas o filorromanas, y desgraciadamente no disponemos de ninguna del bando cartaginés. No han llegado a nuestros días ni la Crónica Anibálica de Sosilo ni textos relacionados de Sileno, Filino o Quereas.

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Sobre la Segunda Guerra Púnica es Polibio la fuente más legitimada, ya que es el más cercano a los hechos. Sin embargo no podemos olvidar que pese a ser griego tenía mucha afinidad con Roma y mantenía una estrecha relación con la familia Escipión (les acompañó en la destrucción de Cartago en la Tercera Guerra Púnica). Otras fuentes son Apiano, Tito Livio o Dion Casio.

Cartago y el Sitio de Sagunto
El sitio de Sagunto por Cartago duró 8 meses

Tratados entre Roma y Cartago

Sobre los tratados entre Cartago y Roma existieron muchos, y hay que remontarse a los primeros años del establecimiento de la república en Roma. Siete tratados se firmaron desde 509 a.C. hasta el que puso fin a la Segunda Guerra Púnica en el 201 a.C. Los primeros fueron favorables a Cartago, que tenía mucho más poder que la recién nacida república. Pero cuando Pirro abandonó el sur de Italia, Roma tuvo la necesidad de buscar tierras de expansión. Solo tenía dos opciones: el norte con los belicosos galos o el Mediterráneo occidental dominado por entonces por Cartago. La decisión desencadenó la primera de las guerras entre Roma y Cartago.

¿Por qué Cartago atacó Sagunto?

Polibio nos dice que los seguntinos eran aliados de Roma y les mantenían informados sobre los éxitos y el control que estaban ejerciendo sobre la península ibérica. Además, Sagunto estaba enfrentado a los turboletas, aliados de los cartagineses, y Aníbal acudió a su llamada, lo que provocó el asedio y la destrucción de la ciudad.

Turboletas contra Sagunto
Los turboletas contra Sagunto

El Tratado del Ebro fue consecuencia de dos situaciones complejas vividas en ambos bandos. Cartago había sufrido unas condiciones muy duras impuestas con el Tratado de Lutacio tras el fin de la Primera Guerra Púnica. La pérdida de Sicilia y Cerdeña, y la obligación de realizar un enorme pago de guerra durante diez años, llevó a la ruina económica (era ante todo una potencia comercial) y obligó a la búsqueda de nuevos territorios, llegando a la Península Ibérica en el año 237 a.C.

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Roma tenía grandes problemas internos y externos, lo que les llevó a la necesidad de firmar un tratado defensivo con los cartagineses. En el sur de Italia se rebelaron los ilirsos pero fue aún peor en el norte, donde los galos saqueaban a placer Etruria. El propio Polibio habla de la necesidad que tenía Roma de la firma del tratado para asegurar su posición y evitar un tercer frente.

Sagunto y el Tratado del Ebro
Situación geográfica de Sagunto respecto al río Ebro

Cartago había dominado gran parte de las tribus íberas con mano de hierro y recuperado su esplendor comercial y militar. Por su parte Roma, tras la victoria de Clastidio en el 222 a.C., había logrado sofocar el peligro galo. Aníbal se había hecho cargo del ejército tras la muerte de Asdrúbal, asesinado por un esclavo celta en 221 a.C. Estaba decidido a hacer efectivo el mitológico juramento de odio eterno a Roma. Podemos decir que ambas potencias estaban destinadas a un enfrentamiento de la que solo podía quedar una.

Interpretación del Tratado del Ebro

Polibio nos cuenta que los cartagineses se habían comprometido a no cruzar el río Ebro en pie de guerra (parece que sí podían hacerlo para comerciar o por razones de diplomacia). Apiano sin embargo se refería al Ebro como casi un lime y no debían sobrepasarlo bajo ninguna circunstancia. Y realmente no lo hicieron, ya que Sagunto estaba situado al sur del río Iber. Sin embargo las fuentes romanas culparon a Cartago del incumplimiento del tratado por distintos motivos. Por un lado tenemos la posible confusión entre los Ebro (Iber) y el Júcar (Sucro), situado este último al sur de Sagunto. Para Tito Libio, Sagunto era una ciudad libre y para Dion Casio una excepción al tratado.

Tratado del Ebro del 226 a.C.
Línea que marcaba el Tratado del Ebro del año 226 a.C.

Otro tema a tener en cuenta era una cláusula de respeto a los aliados. Tito Libio hace referencia a una renovación del tratado anterior, que entendemos se refería al de Lutacio. En lo firmado en este tratado, se incluía la obligación de no atacar ni a Siracusa ni a sus aliados. Algunas fuentes, como Polibio, indican que en realidad se refería a aliados en general, y por lo tanto también a Sagunto.

Derecho romano y bellum iustum

Las fuentes romanas destacan la doble provocación cartaginesa, por quebrantar el tratado y atacar a un aliado de Roma. No podemos olvidar que el derecho romano exigía la justificación de la guerra, es decir, la guerra justa (bellum iustum), y por tanto había que buscar una legitimación.

Aníbal elefante de batalla
Aníbal combatiendo desde su elefante de batalla

Aunque todo parece indicar que fue Roma la que incumplió el tratado y forzó la guerra, la realidad es que parece que ambos bandos la deseaban y la tuvieron. Las consecuencias del conflicto son por todos conocidas. Tras varias fases de guerra, tanto en la península itálica como en la ibérica, con un enfrentamiento centrado en dos personajes clave como Aníbal y Escipión el Africano, el desenlace se llevó a las puertas de Cartago, con la derrota definitiva en Zama de las tropas cartaginesas, que supuso su final como potencia en el Mediterráneo. La Segunda Guerra Púnica es una de las más importante de la Antigüedad y decisiva porque cambió por completo la geopolítica de la zona y Roma emergió como única potencia del Mediterráneo.

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