Revisando un antiguo libro de mi colección, me llamó la atención la firma de la imprenta en su primera página: «Con Privilegio en Valladolid, año de 1754 en la Imprenta de la Buena Muerte«. Desde luego el nombre de la imprenta no deja indiferente, por lo menos a mi, y con mi curiosidad habitual decidí investigar un poco sobre ella.
La congregación de la Buena Muerte
La Imprenta de la Buena Muerte tiene su origen en la congregación del mismo nombre, que fue fundada en Roma por el jesuita Vicente Caraffa en 1648. El nombre oficial era «Congregación de Jesucristo Nuestro Señor en la Cruz y de la Bienaventurada Virgen María, su Madre Dolorosa», algo largo para nombrarlo de manera coloquial, por lo que pronto se le empezó a conocer como la Congregación de la Buena Muerte. El origen del nombre era debido a una de las orientaciones principales de los jesuitas en aquellos tiempos, la de ayudar a los enfermos y moribundos a lograr una «buena y cristiana muerte«.
La Compañía de Jesús había surgido del Concilio de Trento y se había ganado mucho prestigio por su atención espiritual sobre todo a los marginados y a los enfermos, a los que ayudaban en sus últimos momentos en el ars moriendi (arte de morir).
En 1665, el papa Alejandro VII concedió a la congregación algunas algunas indulgencias y Benedicto XIII en 1729 la dotó de estatus jurídico permitiendo crear nuevas iglesias de la congregación. Por aquellos tiempos surgieron nuevas congregaciones en España y se estima que se creó la institución en Valladolid.
«Con Privilegio en Valladolid, año de 1754 en la Imprenta de la Buena Muerte»
El vizconde de Altamira había donado parte de sus casas a la Compañía de Jesús, donde crearon en 1595 el colegio de San Miguel con su iglesia. Cerca de 1730, se puede atestiguar que la Congregación se instaló en el colegio, con el padre Villar como prefecto al frente.
La Imprenta de la Buena Muerte
La imprenta de la congregación vallisoletana comenzó a funcionar en 1737 y, aunque tuvo corta duración por la expulsión de la orden, durante los 30 años que estuvo operativa se publicaron 116 obras, que con los medios de que disponían no eran pocas. Al frente de la misma se situaba el prefecto de la congregación aunque contaba con un adjunto dedicado plenamente a la imprenta. En algunos documentos el nombre que aparecía de la imprenta era el de María Santísima Dolorosa en lugar de la Buena Muerte.
Cuando en 1750 decidieron crear una imprenta eclesiástica en Palencia, que sería la primera de la ciudad, tomaron muy en cuenta un informe sobre las necesidades y costes creado por el encargado de la imprenta de la Buena Muerte de Valladolid.
La expulsión y el fin de la impresión
En 1767, por orden del rey Carlos III, los jesuitas de la Compañía de Jesús eran expulsados de los territorios españoles. Expulsión que fue corroborada por el propio papa Clemente XIV que suprimió la orden en 1784. En total unos 5.000 jesuitas salieron del país, tanto del territorio europeo como de la España americana, que albergaba la mitad de sus miembros. La causa la encontramos un año antes, con el Motín de Esquilache. Algunos ministros, con Campomanes a la cabeza, acusaron veladamente a los jesuitas como instigadores de las revueltas y convencieron al monarca de su salida.
Tras la expulsión, el colegio de los jesuitas en Valladolid donde se albergaba la imprenta se convirtió en La Iglesia de San Miguel y San Julián.
¿Y qué pasó con la imprenta?
Nos referimos las máquinas, claro está. Parece ser que recayeron en la vallisoletana familia Santander, destacada en las artes de la impresión, cuyo negocio había iniciado Tomás de Santander en 1748. Los «restos» de la imprenta de la Buena Muerte se unía a la imprenta de la Catedral que había adquirido Tomás previamente, obligada esta a venderla tras la ley de 13 de mayo de 1766. La ley prohibía a las «manos muertas», es decir a la iglesia, a tener imprenta propia.
Bibliografía:
- «Villabrille y Ron y la capilla de la Buena Muerte, de San Ignacio de Valladolid» (Jesús Urea)
- «La Compañía de Jesús: el Cristo de la Buena Muerte y la primera Cofradía de la Orden» (Miguel Ángel Alcalde)
- «Comercio y cultura en la edad moderna» (Juan José Iglesias, Rafael M. Pérez y Manuel F. Fernández)