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La crueldad de Séneca

Lucio Anneo Séneca es uno de los filósofos más importantes de la historia. Nacido en Córdoba en los comienzos de la época imperial romana, considerado el más brillante orador romano de su época, fue además preceptor de Nerón, del que sería consejero cuando este llegó al trono. Curiosamente fue el mismo emperador al que instruyó desde niño el que le condenaría a muerte años más tarde.

Pero al igual que el mejor escribano echa un borrón, un gran intelectual como Séneca tiene puntos negros en su obra. Entre sus discursos, poemas, diálogos o epístolas, algunas desgraciadamente desaparecidas, encontramos Apocolocyntosis, una cruel sátira sobre el emperador Claudio que tiene la particularidad que fue realizada tras la muerte de este (en vida del emperador no se hubiera atrevido). Un escrito de poco gusto que resulta bastante extraño en un personaje de la altura intelectual del cordobés, lo que incluso lleva a algunos autores a dudar de la autoría. Hoy en día se acepta de manera general que salió del cálamo de Séneca.

Seneca
Estatua de Séneca en Córdoba, España.

Apocolocyntosis

Conocido como Apocolocyntosis Divi Claudii, que podemos traducir como “calabacización (transformación en calabaza) del divino Claudio” o “sátira de la apoteosis del divino Claudio”. Escrito a finales del año 54 d.C., es la única sátira menipea que ha llegado a nuestros días, lo que la convierte en una obra única. Como tal está escrita en verso y prosa, usando la prosa para referirse a Claudio y dejando la parte versada para presentar a Nerón, cosa que hace de manera bastante simbólica e idealizada, pues el texto se centra en el primero.

En el texto el autor sustituye la divinización propia de un emperador fallecido por un triste trayecto en el más allá, donde no es reconocido en el panteón de héroes y divinidades, lo que le aboca al mísero infierno donde es esclavizado; metáfora burlesca donde el otrora glorioso emperador degenera en calabaza, cuyo valor metafórico sería de tonto.

Es un texto muy corto, de apenas una veintena de páginas y dividido en XV episodios; desde el V, una vez fallecido, Claudio busca un sitio en el más allá donde sólo encuentra dificultades. Intenta entrar en el panteón pero ni Júpiter ni tampoco Hércules, al que reclama ayuda dados sus viajes por el mundo, saben quién es «esa especie de hombre» que «no es ni griego ni romano».

Augusto, el fundador de la dinastía, es la herramienta perfecta que usa Séneca para el desprestigio de Claudio mediante su discurso ante el senado divino. Esta parte es donde la obra alcanza su punto álgido como indica Juan Gil.

Emperador Augusto
Emperador Augusto, del que se basa Séneca para expulsar a Claudio del panteón de los dioses.

Claudio es rechazado y es el propio Augusto quien dicta la sentencia que le expulsa de los cielos y que Hermes ejecuta «agarrándolo por el cuello, lo arrastra a los infiernos… de donde no vuelve, dicen, nadie».

“¡Pobre de mí! Creo que me he cagado!”

Las últimas palabras de Claudio (Apoc. Ep.VIII)

El desprecio a Claudio que trasmite Séneca es total, a través de Augusto pone estas como sus últimas palabras en su agonía final: «Creo que me he cagado” (Vae me, puto, concacaui me) a lo que Augusto añade “Si lo hizo no lo sé; lo cierto es que lo cagó todo.” (Quod an fecerit, nescio: omnia certe concacauit). De esta forma tan burlona, muestra Séneca el triste final del emperador.

Entre las sátiras, Séneca encuentra el lugar para posicionar sus ideas políticas, contraponiendo los regímenes de Augusto y de Claudio. Tampoco Julio César sale bien parado de la obra, al que condena como al emperador saliente a vagar por lo infiernos. Ambos son acusados de ejercer un gobierno tiránico y cruel.

“Este individuo, senadores, que os parece incapaz de hacer dañó a una mosca, mataba hombres con la misma facilidad que se agacha para orinar una perra.”

(Apoc. Ep.X)

En la crítica a la política de Claudio, encontramos la facilidad que tenía para emitir sentencias injustas, al que denuncia de la muerte de 35 senadores y 221 caballeros romanos. Cuando llega a la puerta del inframundo le recibe su guardián Cancerbero, “la bestia de cien cabezas que decía Horacio”. En el inframundo se encuentra con muchos “conocidos”, que en realidad son todos aquellos que ha asesinado, muchos de ellos amigos y familiares. Con ello Séneca le pone ante el tribunal del inframundo con el juez Eaco, del que resulta entregado al liberto Menandro que le hará su esclavo. En esta parte, la final del texto, Séneca cumple su venganza poniendo al difunto a servir a un antiguo esclavo, una ironía senecana donde pretende enseñarle a ser juez.

Hades y cancerbero
Las puertas del inframundo según la motología griega, con Hades y Cancerbero.

Razones para escribir Apocolocyntosis

Sobre las razones que llevaron a Séneca a escribir la Apocolocyntosis, saliendo de sus habituales epístolas de carácter más formal, encontramos diferencias según los autores. Antonio Fontán comenta que una de las razones podría ser su odio al difunto. Si bien es cierto que Claudio desterró a Séneca durante varios años, fue el mismo emperador quien requirió de nuevo y le asignó la tutoría de su sucesor Nerón, por lo que no parece razón suficiente. María Gabriela Huidobro indica que podría ser la exaltación de su protegido Nerón, que pese a que no había gobernado todavía, la crítica al gobierno de Claudio reforzaría al nuevo monarca. Esta sería una forma de contrapropaganda. Juan Gil nos aporta una razón más, al no considerar a Claudio un verdadero Augusto por su origen, que consideraba que no pertenecía a la dinastía Claudia.

“… como el sol, cuando la rosada aurora, disueltas las tinieblas,
Tras el día, contempla radiante el universo…
tal se presenta César, tal verá Roma a Nerón.”

(Apoc. Ep.IV)

Bibliografía:
  • «Diálogos», Séneca.
  • «Epístolas morales a Licilio I» (Introducción), Antonio Fontán.
  • «Propaganda política en la literatura romana: Séneca y la Apocolocyntosis Divi Claudii», María Gabriela Huidobro.
  • «Apocolocytosis de Séneca. Estado de la cuestión», Rosario Cortés Tovar.
  • «Séneca, Apocolocintosis: introducción, texto, aparato crítico, traducción y notas», Juan Gil.
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