Medina Azahara es uno de los lugares más legendarios y fascinantes que tenemos en nuestra geografía y origen de muchas leyendas, como el estanque de mercurio.
El fantástico palacio construido por Abderramán III (890-961), primer califa omeya de al-Andalus, contaba con magníficos salones que nos han transmitido las crónicas, ya que fue destruido en la guerra civil, o fitna, tras la caída de Almanzor y que se desencadenó tras la final del reinado de Hisham II (965-1013).
Durante el reinado de abderramán III, Córdoba se convirtió eN la ciudad más importante de Europa
Si revisamos las crónicas de la época, encontramos que en uno de estos salones había algo que lo hacía único, un estanque que en lugar de contener agua estaba lleno de mercurio. Era una de las muestras de poder que exhibía el califa y que mostraba para asombrar a sus visitantes. Hasta entonces nadie había construido nada parecido, aunque el califa disponía de este metal gris plateado en gran cantidad.
No podemos saber con certeza si realmente era real o solo formaba parte de la leyenda, aunque varias crónicas árabes coinciden en su existencia y nos describen el salón donde se ubicaba. El singular estanque estaba situado en el Salón del Califato, al-Zuhri al-Qalbaq, aunque algunos documentos lo sitúan en el Salón Peregrino o incluso en el Alcázar de Córdoba.
a una señal del califa, los esclavos REmovían el mercurio… y la sala comenzaba a «moverse»
En base a los textos del cronista al-Zuhri o de otros como anónimo Dikr, el Salón del Califato tenía el techo formado por oro y cristal (en algunos textos se refiere a mármol en lugar de cristal), tejas eran de oro y plata, y disponía de ocho puertas formadas con arcos de marfil y mármol con incrustaciones de oro y piedras preciosas, que reposaban en columnas de cristal (o quizá mármol). Imaginamos los reflejos de los rayos de luz sobre todos estos elementos, lo que los textos se refieren a una luminosidad «cegadora».
Desde luego, entrar en una estancia así debía parecer increíble para los que visitaban al califa, pero aún faltaba lo mejor. El estanque de mercurio podría estar situado en el centro de la sala, aunque no podemos determinar cuál era su tamaño real. Lo que sí nos han contado los textos, era cómo el califa hacía uso de ella para mostrar su poder a los embajadores o para asustarles. Tras una señal, sus esclavos removían el mercurio, que reflejaba la luz que entraba en la habitación a través de techos y paredes, dando una sensación de movimiento. Incluso podría parecer que la sala se movía. Podemos imaginar lo que significaba esto para una persona del siglo X, pura magia.
El estanque no era la única gran curiosidad que escondía Medina Azahara. Se sabe de la existencia de una gran perla que le había regalado el emperador bizantino y que debía ser de un tamaño más que considerable. El texto anónimo Dikr incluso la sitúa en el mismo salón que el estanque.
Pese a que no hay pruebas materiales, ya que como hemos comentado el palacio fue destruido por los bereberes, y las crónicas siempre hay que tomarlas con precaución (aunque son varias las que nos cuentan casi la misma información), se trata de una historia increíble y solo al nivel del que fue uno de los monarcas más poderosos de su tiempo.
Como curiosidad, en el pabellón español de la Exposición Internacional de París de 1937, se expuso una fuente de mercurio en homenaje a las minas de Almadén y realizada por Alexander Calder. Hoy en día hay una replica de esta en la Fundación Miró.
