Es probable que los souvenirs más antiguos fueran las llamadas ampollas de peregrino o ampullae, un objeto simbólico que gozó de mucha popularidad en la Alta Edad Media y que servía de recuerdo para los peregrinos que visitaban algún santuario o tumba, introduciendo en su interior algún líquido que le pudiera relacionar con el santo o mártir que visitaban.
Desde el siglo IV, las peregrinaciones a los Santos Lugares comenzaron a tener fama de curativas o milagrosas, por lo que el uso de reliquias como las ampullae generó una gran demanda en la búsqueda de una unión con los santos. Estos objetos les proporcionaban la intercesión de su fe para realizar penitencias o pedir milagros en curaciones o dolencias, lo que les convertía en algo taumatúrgico.
Objetos al alcance de los peregrinos
Con forma de cantimplora, solían ser de cuerpo circular y caras planas. Generalmente no eran muy elaboradas, fabricadas de forma tosca en barro mediante un molde y secadas al sol, lo que las convertía en un objetico poco costoso y al alcance de cualquiera. No solían medir más de 10 cm de alto, aunque hay algunas que llegaban a los 15 cm. Como objetos de peregrino, solían disponer de dos asas para facilitar su transporte, ya que podían colgarla del cuello o del cinturón.
El santuario a San Menas se convirtió en uno de los centros de peregrinación más importantes de oriente
Como objetos huecos, se introducía en su interior cualquier sustancia que pudiera absorber los poderes curativos o milagrosos. Por ello se solía rellenar con restos de aceite de las lámparas que habían ardido de tumbas de mártires de Oriente o los Santos Lugares de Jerusalén, aunque también podía contener agua o tierra de cualquiera de estos lugares, cualquier sustancia que permitiera a su portador un amuleto de conexión con la divinidad.
Debido a su carácter «milagroso» tuvieron una enorme difusión por el Mediterráneo occidental, y se han encontrado muchas de ellas en yacimientos hispanos de época visigoda, la mayoría provenientes del sepulcro de San Menas, uno de los mártires más populares del cristianismo oriental, sobre el que se levantó un gran monasterio que se convirtió en uno de los principales lugares de peregrinación en Egipto.
La decoración de las ampullae
La mayoría de las ampollas de peregrino solían contener la representación de San Menas, al menos en una de sus caras, de cuerpo entero y en posición orante y con cruces sobre sus hombros. En algunos casos se mostraban camellos, lo que muestra el carácter oriental de estos objetos. La decoración se sitúa bajo un espacio circular y guarda la simetría habitual del arte cristiano en sus primeros tiempos.
Santuario a San Menas
Las ampollas de peregrino surgieron en relación a la peregrinación al santuario erigido en homenaje a San Menas, un militar romano que decidió abandonar el ejército por su fe cristiana, por lo que fue martirizado a finales del siglo III de nuestra era. Este centro de peregrinación, construido sobre un templo al dios Amón, estaba situado en Egipto (a unos 45 km de Alejandría), y ya era conocido en tiempos del emperador Constantino. Tuvo un notable impulso en la época de Arcadio con la construcción de una basílica, convirtiéndose en uno de los centros de peregrinación más importantes de oriente. Perduró hasta la expansión del islam, con la toma de Alejandría y la destrucción de los edificios del complejo monástico. Los restos del complejo, llamado Abu Mena, forman parte del Patrimonio Mundial de la Unesco.
¿Por qué aparecen camellos junto a San Menas?
En algunas ampollas aparecen dos camellos flanqueando a la imagen de San Menas, lo que hace referencia al milagro que ocurrió en la construcción del santuario al mártir. Cuando fue asesinado, algunos de sus compañeros militares recibieron el cuerpo decapitado y decidieron su traslado. En un punto del trayecto, los camellos se negaron a avanzar por lo que tuvo que ser enterrado en ese lugar, que se terminó convirtiendo en un santuario, ayudado por posteriores leyendas sobre las curaciones en la zona. Todos los milagros que ocurrían a su alrededor aumentó la fama del San Menas, convirtiéndolo en el símbolo de la protección de los peregrinos.
