Marco Porcio Catón (234-149 a.C.), político y militar conocido como Catón el Viejo, es una de las personalidades más importantes de la historia de Roma y fundamental para comprender la época republicana, aunque probablemente sus labores han sido sobrevaloradas por muchas fuentes históricas.
Catón provenía de una familia desconocida de Túsculo, aunque él solía engrandecer a su padre y bisabuelo por las hazañas militares. Pelirrojo de ojos claros, pasó por todas las magistraturas del cursus honorum hasta convertirse en homo novus, es decir el primero de su familia que alcanzaba el consulado. Siempre se asocia a Catón como el perfecto político, es decir, alguien justo, austero, fiel a la república y conservador de las más puras tradiciones romanas. Sin embargo no debemos olvidar su enorme afán de alcanzar fama y prestigio, que acaparó grandes tierras e incluso hay autores que le culpan de la crisis de la agricultura que vivió los últimos tiempo de la República y que desembocó en la crisis social. Lo que si sabemos que es pecó de excesivo autobombo, incluso es posible que las fuentes de Tito Livio fueron las propias anotaciones de Catón.
Fue famosa su enemistad con la familia Escipión. Inició una causa contra Publio Cornelio Escipión, vencedor de Zama contra Aníbal, al que acusaba de acusaba de robar, como ya contamos en el artículo Escipión el Africano, rehabilitado pero después de muerto.
Catón llega a Hispania
Catón arribó a Hispania en el año 195 a.C. para tratar de solventar los problemas causados por las tribus peninsulares. Los romanos, asentados en Hispania tras la Segunda Guerra Púnica, habían creado dos provincias, Citerior y Ulterior. La primera se extendía por el este de la península con capital en Tarraco, y la segunda abarcaba parte del sur dirigida desde Corduba, aunque no controlaban la mayor parte del territorio peninsular.
Debemos indicar que en aquellos tiempos esta división era meramente artificial y fruto de conquistas recientes, ya que no existía una política especifica y medianamente coherente desde Roma. Sería ya en época de Augusto, tras la caída de la República, cuando comenzaron reformas profundas en las provincias, aumentando su numero en Hispania a tres.
Al frente de cada provincia se sitúa un pretor, a modo de gobernador. Eran magistraturas de un año de duración aunque en muchos casos de prorrogaba su mandato. Tenían como misión principal asegurar la explotación de los recursos y mantener relaciones con las tribus indígenas, aunque las fronteras siempre eran una zona inestable. Ya sea mediante pactos o con las armas, trataban de mantener cierta paz aunque eran uno de sus motivos principales era el enriquecimiento personal. Ya fuera por aumentar su riqueza o su prestigio, la dignitas.
Durante el año de 195 a.C. las tribus locales realizaron una serie de levantamientos que alertó al Senado, que tuvo que actuar para evitar una guerra de mayores dimensiones. Roma decidió enviar Hispania uno de los cónsules de aquel año, cargo que recayó sobre Catón.
Según nos cuenta Tito Livio, el cónsul partió del puerto de Luna (Luni) con 25 navíos de guerra y llegó al puerto de Rosas con destino final en Ampurias. Se estima que durante su campaña hispana contó con un ejército estimado entre 50 y 70 mil efectivos.
“La guerra debe alimentarse por sí misma”
Marco Porcio Caton
No tardaron en llegar los primeros enfrentamientos, el primero en las cercanías de Ampurias con victoria romana frente a tribus de la zona norte del Ebro. Este primer envite sirvió de ejemplo y muchas de las tribus de la zona se rindieron de inmediato. Aquellos pueblos que habían participado en la batalla fueron duramente represaliados, tratando de dar ejemplo al resto. Además aprovechó para imponer garantías al resto de tribus evitando nuevas sublevaciones. Catón aprovechó para recabar de las tribus indígenas numerosos metales preciosos, que pudo acumular para entregar a Roma como muestra de victoria.
Manlio en la Citerior y Claudio Nerón en la Ulterior eran los pretores de aquel año, y se pusieron al servicio del cónsul. Los turdetanos y un buen contingente de mercenarios celtíberos se rebelaron en la Ulterior, pero Catón en lugar de combatir ante fuerzas superiores, prefirió disuadir a los mercenarios y obligar al pacto a los turdetanos. Una nueva rebelión al norte del Ebro le llevó de nuevo a la Citerior, revuelta que fue duramente sofocada.
Catón el Viejo era un gran propagandista y usaba las marchas a sus tropas como demostración de fuerza ante las tribus locales, sobre de cara a los belicosos celtíberos de la Ulterior. El cónsul «vendió» en Roma su victoria como la pacificación de Hispania, algo sin duda exagerado ya que su labor no fue ni mejor ni peor que sus predecesores. De hecho el rumbo de la Hispania romana siguió por la misma senda, sin coherencia en las políticas y con continuos levantamientos locales.
De hecho, tras al año siguiente de la marcha de Catón, una coalición de tribus en la Citerior acabaron con la mitad del ejército del pretor Sexto Digitio en la zona del Ebro. Todo seguía más o menos igual.
Bibliografía:- «Historia de Roma. Libro XXXIV» (Tito Livio)
- «Vida paralelas. Catón» (Plutarco)
- «Historia Antigua de España I. Iberia prerromana, Hispania republicana y alto imperial» (José Manuel Roldán)