El Motín de Esquilache fue una revuelta popular que tuvo lugar en Madrid durante los días 23, 24, 25 y 26 del mes de marzo de 1766. Leopoldo de Gregorio, marqués de Esquilache, era el ministro estrella de Carlos III, que había llegado junto a él desde Nápoles. Trató de modernizar el país y su capital, pero sus ideas no fueron bien vistas por casi nadie.
El Motín de Esquilache tuvo un gran alcance político y social, con una dimensión que no se recordaba desde la revuelta de la Comunidades en Castilla (1520-1521).
Causas del motín
No se puede achacar la revuelta a una causa particular, sino un cúmulo de circunstancias políticas, económicas, sociales y religiosas, que hicieron que estallará probablemente por el detalle menos importante. Además muchos consideran que más que un levantamiento popular fue algo premeditado y organizado. Incluso algunos diplomáticos extranjeros lo denominaron una auténtica revolución.
La economía española se encontraba en una situación pésima, agravada por la Guerra de los 7 años (1756-1763). La política absolutista vivía al margen de los problemas sociales del pueblo, con una sociedad altamente estamental. Con una administración lenta y tediosa, el pueblo se consideraba maltratado y abrumado por los impuestos.
En pocos años el precio del trigo se disparó de 8 a 48 reales de vellón (por una fanega, unos 44 kg.)
En esta situación, la llegada de un ministro extranjero fue muy mal vista por todos. El marqués de Esquilache pronto comenzó a crearse enemigos en la corte. Los políticos aristócratas que se vieron relegados por el siciliano, el clero, la nobleza o incluso las clases más populares le acusaban del aumento de los precios de los alimentos de primera necesidad.
Los precios se habían disparado. La eterna crisis económica y las malas cosechas, agudizadas por grandes sequías, como en 1764), eran una mecha a punto de prender en una población que se había cansado de obedecer. En una carta, el embajador austriaco se quejaba que su sueldo no era suficiente ya que los productos de primera necesidad se habían multiplicado por cinco en menos de 10 años.
A todo esto, las políticas del ministro Esquilache socavaban aún más la carestía, como cuando permitió la compra de trigo extranjero, cuyo enorme coste de trasporte incrementó aún más el precio. En pocos años el precio de una fanega de trigo había pasado de 8 reales de vellón a 48.
Como Ministro de Guerra tampoco se puede destacar gran cosa, el ejército español estaba mal pagado, mal instruido y contaba con pésimos medios. De hecho, el rey, tras solventar el motín, emprenderá una serie de reformas en la organización y los medios militares ante el temor de una sublevación.
Madrid, ciudad oscura
Madrid es aquella época era una ciudad oscura, peligrosa y sucia. Se promovieron obras para la limpieza y el alumbrado de la ciudad. Curiosamente, durante el motín, las nuevas farolas fueron objetivo de los sublevados.
Una de las medidas más críticas para el pueblo fue la prohibición de la tradicional capa y del sombrero de ala ancha o redondo. Se decía que era muy fácil esconder armas pues podía tapar casi por entero el rostro de una persona.
La prohibición del considerado «traje español», que conllevaba sanciones económicas e incluso cárcel o destierro para aquel que las incumpliera, se publicó mediante el bando del 10 de marzo. Estas medidas fueron las que colmaron el vaso de un pueblo que terminó por estallar.
Fue el gran iniciador de las profundas reformas que llevó a cabo Carlos III desde el comienzo de su reinado. Realizó grandes cambios en Madrid, como el alumbrado y el saneamiento de las calles, dejando de ser una ciudad oscura y sucia. Durante el motín, entre el 23 y el 26 de marzo de 1766, su casa fue asaltada pero salvó la vida por encontrarse fuera de la ciudad. Una vez sofocado el motín salió de España rumbo a Nápoles, quejándose del trato recibido. Fue embajador de Venecia hasta su muerte en 1785.
Domingo de Ramos, estalla la revuelta
El domingo 23 de marzo saltó la chispa del motín con el saqueo de la casa del marqués (que no se encontraba en ella lo cual pudo salvarle la vida). En principio, los promotores de la revuelta habían pensado en asesinar a Esquilache durante los oficios de cuaresma, pero finalmente decidieron hacerlo el Domingo de Ramos.
El día 24 de marzo, los amotinados escribieron las exigencias al rey:
- Destierro de España de Esquilache y su familia
- Obligación a que los ministros fueran españoles
- Conservación del “traje nacional” de capa larga y sombrero redondo
- Retirada de los soldados a los cuarteles
- Supresión de la Guardia Valona
- Supresión de la Junta de Abastos
- Rebaja del precio de los alimentos
Ante el temor de las amenazas de asaltar el palacio real, Carlos III accedió a todas las demandas, incluido el indulto a los responsables del motín. Fue todo una gran victoria que los amotinados disfrutaron con un paseo triunfal por Madrid. Pero no iba a acabar todavía.
La huida del rey a Aranjuez junto a su familia y la permanencia de Esquilache como Ministro de Guerra (cesado solo en hacienda) suscitó un nuevo impulso al motín, cuya muchedumbre ocupó las puertas de la ciudad. No se fiaban de las concesiones y temían sobre todo las represalias pese al proclamado indulto.
Las nuevas demandas, que incluían el inmediato regreso del rey a la capital y la confirmación del perdón real, provocaron una reacción del monarca. Una Resolución Real, leída por el gobernador de Consejo en la plaza mayor el día 26 de marzo, daba por finalizado el Motín de Esquilache.
Se había restablecido el orden y el pueblo había quedado satisfecho con las demandas… y sobre todo, habían logrado echar a Esquilache.
Otra de las consecuencias del motín de Esquilache fue la expulsión de los Jesuitas. Acusados de ser uno de los promotores de la revuelta, el rey dictó su expulsión en 1767.
Bibliografía:
«El motín de 1766 y la Constitución del estado» (Santos M. Coronas González)
«Contribución al estudio del Motín de Esquilache (1766)» (Raquel Olaechea)