En verano de 1647, Nápoles estaba bajo dominio español. El 7 de julio se produjo en la ciudad italiana un motín. Los comerciantes de fruta acabaron la paciencia. Desde hacía unos meses se les impuso un injusto gravamen sobre los frutos. Iniciada la protesta, ahuyentaron a los guardias municipales con naranjas. La protesta debió ser muy colorida.
Por allí pasaba un joven de veintiséis años, llamado Tommaso Aniello, más conocido como Masaniello. Se trataba de un pescador de la zona. Se necesitaba una cabeza visible del descontento popular y el jovenzuelo sirvió para cargar con el liderazgo. El símbolo que ha quedado de los días que “gobernó” Nápoles ha sido el de llevar la red de pesca sobre los hombros.
Los nuevos guardias populares, encabezados por el pescador, prendieron al virrey. Siete días después, consiguieron que se levantaran los impuestos (el Arzobispo de Nápoles se erigió como mediador entre las partes). Signados los acuerdos, la figura de Masaniello entró en la leyenda.
Algunos afirman que asumió el papel de virrey (con otro nombre, claro está: Capitán General) otros que lo rechazó y se suicidó. El ascenso meteórico en las instituciones (de la nada a líder de la política napolitana) fue demasiado rápido; otras fuentes señalan que fue víctima de un complot (envenenado por el virrey o asesinado por los suyos). El suceso real fue la muerte del personaje, el 16 de julio, frente a una concurrida iglesia napolitana. La masa, una vez ya estaba moribundo, lo descuartizó, presentando la cabeza en una pica, al virrey. ¡La historia no acaba aquí! La misma gente que lo aclamó primero y desmenuzó después, volvió a unir su cuerpo, para enterrarlo con grandes honores.
Los cronistas de la época se sorprendieron de la hiperactividad y locura de los frenéticos días descritos. Desde el mismo instante que hubo noticia del final de Masaniello, empezó a erigirse como figura de los artistas y demás intelectuales del momento, representando la libertad más exultante.
Masaniello, un jóven pescador, fue la cabeza visible del descontento popular
Spinoza
Mientras sucedía la revuelta en Nápoles, un erudito Spinoza batallaba contra la tradición judía. Además de un excelente pulidor de lentes, escritor y filósofo, Spinoza era un dibujante brillante. Entre sus esbozos, se pudo ver (según su biógrafo Colerus) una figura de una persona con una red en la espalda, con la mirada desafiante y una camisa de pescador. No obstante, la cara tenía un parecido a alguien muy cercano a Colerus. Resultaba ser el mismo Spinoza.
En los últimos catorce años de su vida, Spinoza residió en La Haya, en casa de unos pintores. Dichas personas afirman que el filósofo quiso representarse más de una vez, por lo que no debe extrañarnos la identificación que hizo con el rebelde napolitano. Además, su tres obras de referencia (Ética, Tratado político-religioso y Tratado político) tenían la intención última de proporcionar las bases del pensamiento moderno (triunfo del interés personal, participación política, separación Iglesia y Estado…). Se diluye la posibilidad de sorpresa, al representarse con los atributos de Masaniello.