La Farsa de Ávila es sin duda uno de los sucesos más curiosos de nuestra historia medieval. Fue el intento de destronar al rey legítimo de Castilla, mitad teatro, casi lo que hoy llamaríamos un golpe de estado, que originó el comienzo de una guerra civil en el reino más poderoso de la península en el siglo XV.
Enrique IV había sucedido en el trono a su padre Juan II tras la muerte de este en 1454. En el testamento el rey indicaba que la línea sucesoria estaba definida para sus hijos legítimos, este concepto sería clave como veremos con posterioridad.
El reinado de su padre tuvo como denominador común los conflictos internos y la eterna lucha de la nobleza por el control político del reino. No fue un reinado sencillo, a su escasa personalidad se le unieron los intentos de destronarle por parte de los infantes de Aragón, vencidos en Olmedo, y la enorme ambición de su valido Álvaro de Luna, enfrentado con la nobleza por el control político. El resultado fue un triunfo rotundo de la nobleza y un fracaso del rey y sobre todo de Don Álvaro, que perdió la cabeza ante la pasividad del monarca. En este ambiente poco halagüeño heredó el reino Enrique.
Enrique fue un monarca débil e influenciable y sin apenas interés en la política. Durante su reinado tampoco llevó a cabo grandes acciones militares, lo más destacable fueron las las campañas contra Granada (1455-1458), fracasadas pese a los grandes recursos de los que dispuso, tanto de las Cortes de Cuéllar de 1455 como de la bula papal como Santa Cruzada.
En 1458, mientras Juan II subía al trono de Aragón (no confundir con Juan II de Castilla que ya había fallecido), el rey de Castilla comenzaba a dar poder en el consejo a nuevos nombres como Beltrán de la Cueva, en detrimento de los grandes de la aristocracia castellana, como los hermanos Juan Pacheco y Pedro Girón que terminaron formando una liga de nobles contra el monarca. La nobleza no iba a renunciar al poder político sin luchar, sólo les hacía falta una excusa y el propio rey se la iba a dar.
Tras un extraño matrimonio con Blanca de Navarra, Enrique se casó con Juana de Portugal y tuvo en 1462 a su hija Juana, convertida en heredera al trono y Princesa de Asturias tras las Cortes de Madrid.
La liga de nobles no se iba a quedar de brazos cruzados y en septiembre de 1464 comenzaron a difamar la legitimidad de la heredera, aduciendo que en realidad era hija de su valido, Beltrán de la Cueva, por lo que la comenzaron a llamar “la Beltraneja”.
Enrique IV era el primogénito de Juan II, nacido de su matrimonio con María de Aragón, hija de Fernando de Antequera, el del Compromiso de Caspe. Pero tras su muerte, el castellano se casó con Isabel de Portugal y nacieron dos vástagos más: los infantes Isabel, futura católica y Alfonso, ambos hermanastros de Enrique.
La liga de nobles se reunió en Burgos y firmaron un manifiesto que, entre otras cosas solicitaban la devolución al infante Alfonso del maestrazgo de Santiago y ser nombrado como legítimo heredero al trono de Castilla. Esto se plasmó en la Sentencia de Medina del Campo de 1465 que el rey, lógicamente, no aceptó, ya que admitía que su hija no era legítima.
Los nobles se encargaron de difamar al monarca con una supuesta impotencia, por lo que pasaría a la historia como «el Impotente», e incluso le acusaron de homosexual. El cronista Alfonso de Palencia relataba que corrían coplas por Castilla sobre esas causas, que hacían que los matrimonios de Enrique terminaban en fracaso.
A la liga contra Enrique se unió también el arzobispo de Toledo, Alonso Carrillo, que entregó la ciudad de Ávila a la causa rebelde. Y fue en esta ciudad castellana donde sucedió la farsa el 5 de junio de 1465.
La Farsa de Ávila
Se preparó un escenario donde situaron un trono y un muñeco que hacía de Enrique con todos los símbolos de poder: corona, cetro y espada. Todos le fueron arrancados y arrojados al suelo mientras le insultaban: ¡A tierra, puto! En su lugar situaron a un inocente Alfonso, hermano de Isabel, que apenas contaba con 11 años y al que aclamaron como rey de Castilla. Esta farsa demostraba el poder que había alcanzado la nobleza capaz de cambiar a un rey por otro en cualquier lugar.
“¡A tierra, puto!”
Esta farsa fue el comienzo de la guerra civil castellana entre el «destronado» rey y su hermanastro Alfonso pero que acabó de forma sorpresiva con el fallecimiento de este, tres años más tarde. Pese a ser nombrado en aquella jornada a Alfonso como «rey de Castilla», nunca fue coronado de manera oficial, por lo siempre fue un aspirante. De haberlo sido, hubiera adoptado nombre de Alfonso XII.
¿Quién participó en la farsa?
La mayoría de los nobles más importante del reino secundaron la farsa a pesar que el propio rey les había colmado de riquezas y títulos.
Don Alfonso, infante de Castilla y hermano del rey Enrique e Isabel. Hijo del segundo matrimonio del rey Juan II con Isabel de Portugal. Con 11 años era fácilmente manejable por los poderosos del reino. Tras arrojar al muñeco del rey Enrique fuera del trono, situaron a Alfonso en su lugar, jurándole fidelidad los notables, besando su mano. Sin embargo durante los tres años de guerra civil fue tomando sus propias decisiones, lo que incomodó a los nobles.
Don Juan Pacheco, marqués de Villena y maestre de la orden de Santiago. Era el personaje más poderoso de Castilla y muy ambicioso. No soportaba que el rey le hubiera desplazado como mano derecha poniendo en su lugar a Beltrán de la Cueva. Fueron frecuentes sus cambios de bando pues sólo se preocupaba de sus propios intereses. Inicialmente apoyó a Alfonso, pero tras la muerte de este en 1468, de nuevo volvió al lado de Enrique, apoyando los derechos de su hija Juana frente a la opción de la infanta Isabel, que se convirtió en la alternativa de Castilla. El propio Pacheco había hecho todo lo posible por difamar tanto al rey, por impotente, como a su hija por ilegítima. Pero tras el cambio de bando no dudó en admitir la legitimidad de Juana. Formaba un gran tándem con su hermano Pedro Girón, un gran capitán en batalla.
«Marqués de Villena, sobre quien derramó el buen D. Enrique toda suerte de favores, de dádivas, de mercedes, encumbrándole sin tasa y sin medida, siendo por ello pagado con la más negra perfidia.»
(Marqués de laurencín)
Don Alonso Carrillo, arzobispo de Toledo y primado de España, la dignidad eclesiástica más alta del reino. Fue uno de los principales instigadores contra el rey apoyando la opción del infante Alfonso. Sin embargo, tras la muerte de Enrique, sus expectativas de poder junto a Isabel no fueron colmadas y cambió de bando a la opción de la Beltraneja como legítima heredera. Era además tío de Juan Pacheco y Pedro Girón.
Don Pedro Girón, maestre de Calatrava y hermano de Juan Pacheco. Pasó de ser el Capitán General de los ejércitos de Enrique en las fracasadas campañas de Granada, a secundar a su hermano en la sublevación contra el rey. Enrique trató de atraerle a su bando proponiéndole matrimonio con su hermanastra Isabel, pero falleció en extrañas circunstancias.
Don Álvaro de Estúñiga, conde de Plasencia. Como justicia mayor de Castilla, fue el encargado de desposeerlo de la espada real, un hecho de gran simbolismo pues en las reivindicaciones que leyeron sobre el rey, le acusaban de no hacer cumplir la justicia en el reino ante crímenes y delitos.
Don Gómez de Solis, maestre de Alcántara. Llevó los enfrentamientos internos de la orden al conflicto civil castellano, en concreto con su rival por el maestrazgo, Alonso de Monroy, afín a Enrique.
Don Rodrigo Pimentel, conde de Benavente. Pese a haber participado en la traición de Ávila, años más tarde Enrique le entregaría el ducado de Benavente, sin cancelar siquiera el condado del mismo nombre que también poseía, junto a otros títulos. Se casó con María, hija de Juan Pacheco.
Don Rodrigo Manrique, conde de Paredes y condestable de Castilla tras la Farsa de Ávila. Siempre del lado rebelde, primero con Alfonso y después con Isabel. Consiguió el maestrazgo de la Orden de Santiago en 1474, a manos del rey Enrique contra el que luchaba en rebeldía.
Fin de Guerra Civil
El final de la guerra civil llegó de manera sorpresiva con la muerte de Alfonso. No se sabe a ciencia cierta si murió asesinado o por causa natural. Según los cronistas de la época hay diferentes versiones, Valera se decantó por el envenenamiento de algún noble ante el carácter independiente que había adquirido el joven infante. De igual idea fue Alfonso de Palencia, pero señalando claramente al marqués de Villena como instigador, probablemente ya de acuerdo con Enrique para volver a su lado. De la opinión de muerte natural fueron otros cronistas como Enríquez del Castillo o Fernando del Pulgar:
«… e llegaron a él los de su cámara, e tentaron sus manos e cuerpo, e no le fallaron callentura, e, como no despertaba, comenzaron a dar voces, y él no respondió; e, al clamor e grandes voces que daban, el Arzobispo de Toledo, y el Marqués de Villena y el Obispo de Coria, con la señora Princesa, vinieron, a los quales ninguna cosa habló…»
(Fernando del Pulgar)
El conflicto no ofreció grandes hechos de armas, pues primaron los pactos a las contiendas bélicas. Apenas podemos destacar la Segunda Batalla de Olmedo, de resultado incierto. Las ciudades se unían a uno y otro bando según sus intereses y en base a promesas o mercedes entregadas.
Sin Alfonso, Isabel logró que su hermanastro la nombrara heredera al trono de Castilla por encima de su propia hija, en los pactos acordados en Toros de Guisando. Sin embargo ocultó al rey su boda con Fernando de Aragón, hecho que se produjo en Valladolid el 19 de octubre de 1469, lo que enfureció a Enrique que volvió a habilitar su hija Juana. El rey y el marqués de Villena querían casarla con el rey de Portugal para así apartarla de Castilla, por lo que el enlace con el heredero aragonés arruinaba sus planes.
Isabel, a diferencia de su hermano Alfonso, nunca trato de destronar a Enrique. Su fin era ser nombrada legítima heredera y alcanzar el trono tras su hermano. Siguiendo el testamento de su abuelo Juan II, Isabel consideraba a Juana como hija no legitima por lo que no podía aspirar al trono castellano. Pero la razón que esgrimía no era que fuera hija de Beltrán de la Cueva sino que el matrimonio de Enrique con Juana de Portugal no era legal ya que el anterior con Blanca no se había anulado.
El 13 de diciembre de 1474 le llegó la muerte a Enrique IV, por lo que Isabel fue coronada de inmediato como reina de Castilla. Sin embargo no llegó la paz a Castilla, pues comenzó un nuevo conflicto dinástico con los partidarios de Juana, principalmente el Arzobispo Alonso Carrillo, Diego, hijo del fallecido Juan Pacheco y nuevo marqués de Villena y sobre todo el rey de Portugal, Alfonso V, su tío y con quien se había casado en 1475. Finalmente el bando isabelino logró imponerse y desde 1479 se convirtieron también en reyes de Aragón tras la muerte del padre de Fernando, Juan II.
Isabel y Fernando eran primos (ambos eran de la dinastía Trastámara) por lo que tuvieron que disponer de una bula papal para formalizar enlace, cosa que curiosamente llegó despuñes de la boda. Pero habían logrado unificar los reinos de Castilla y Aragón. El siguiente paso lo completarían en 1492 tras la conquista del reino de Granada. Isabel, sin embargo, no pudo ver la asimilación del otro reino peninsular, Navarra, completado en 1512 por Fernando. Lo intentaron con Portugal por la vía de matrimonial de sus hijas, pero no lo lograron, y permaneció independiente salvo el periodo entre 1580 y 1640 con los Austrias.
Bibliografía:
«Historia de España de la Edad Media», A. ÁLVAREZ PALENZUELA (coord.).
«Enrique IV y la excelente señora llamada vulgarmente doña Juana la Beltraneja (1425-1530)», SITGES F.B.
«Los cronistas de Enrique IV», PUYOL Y ALONSO J.
«El reinado del primer Alfonso XII en Palencia», RODRIGUEZ SALCEDO, S.
«Notas para una crítica textual de la crónica de Enrique IV», SOTO VÁZQUEZ J. Y MONTES SALAS A.
«La propaganda en la guerra sucesoria de Enrique IV (1457-1474)”, OHARA, S.
Hola, ante todo un buen trabajo, pero en el segundo párrafo después de la primera imagen de Enrique IV hay una errata. El hermano de Juan Pacheco es Pedro Girón y no César Girón.
Un saludo
Toda la razón. Muchas gracias Jonatan!!
Buenas Rubén…..
Bonita historia…
Esta historia ya es un clásico, al final de la Edad Media…
A toda esta historia le acompaña la numismática, es deci, se acuñaron monedas para casi, cada fase de la historia que cuentas…
Sería interesante que en próximas historias se tuviera en cuenta …
La numismatica no dejan de ser, otra serie de documentos que nos dejaron…
Veo que posas detrás de un cartel de las Navas de Tolosa…gran batalla también tiene, de referencia la numismática…
Saludos…