Contrariamente a lo que podríamos suponer, Felipe II nunca tuvo como aliados a la mayoría de los Papas que ocuparon el trono de San Pedro. Resulta curioso que el monarca cristiano por excelencia, aquel que tanto defendió la causa católica frente al avance protestante, llegara incluso a estar cerca de ser excomulgarlo por uno de sus pontífices.
La relación de la Santa Sede con su padre había pasado por dificultades que se plasmaron en el Saco de Roma de 1527, el mismo año del nacimiento de Felipe II, donde los soldados imperiales demostraron al papa Clemente VII que no era buena idea aliarse con Francia en contra el Imperio. Este mismo papa, ya temeroso del poder de Carlos V, negaría el divorcio a Enrique VIII de Catalina de Aragón, tía del emperador, y que provocaría el cisma cristiano en las islas con la aparición de la Iglesia Anglicana separada de Roma.
De entre todos los papas contrarios a la política del bisnieto de los Reyes Católicos, destacamos a Paulo IV (PP 1555-1559), Papa napolitano favorable a la casa Anjou y que deseaba a los españoles fuera de su tierra (y de toda Italia). Fue precisamente elegido por su fervor antiespañol y gracias a grandes cantidades de dinero aportadas por Francia. Nombrado Papa pocas semanas antes que Felipe llegara a ser rey, siempre lo consideró como el peor de los candidatos posibles y un enemigo de España. Paulo IV trató de excomulgar a Felipe ante la tenaz resistencia de los tercios en Italia contra el avance de los ejércitos franceses de Enrique II. Primero en Milán y luego en Nápoles, los franceses no fueron capaces de sojuzgar a los tercios y el Papa trató de estar forma de amedrentar al monarca. Sin embargo, era imposible que tuviera éxito tal iniciativa contra el más alto rey de la cristiandad.
Felipe II acusó a Gregorio XIII (PP 1572-1585) y a Sixto V (PP 1585-1590) de ir contra sus intereses. Al primero de querer impedir a toda costa la adhesión de Portugal a la corona española y al segundo le recriminó no ayudarle en la segunda jornada de Inglaterra, cuando lo único que deseaba el monarca era recuperar aquel territorio para la Santa Iglesia. El último pontífice que vio Felipe, Clemente VIII (PP 1592-1605), también apoyó a una Francia que de nuevo se volvía enemiga de España.
«Os certifico que los papas me traen muy cansado y cerca de acabarse mi paciencia, por mucha que tengo…»
(Carta de Felipe II a Granvela, 1581)
De todos ellos, Felipe II solo “salvó” a Pío V (PP 1566-1572), al que consideraba un santo y que siempre agradeció su colaboración en las luchas contra los infieles. El papa que había declarado hereje a Isabel I de Inglaterra, fue el gran promotor de la liga Santa Católica que, liderada por España, lograría la gran victoria de Lepanto contra los turcos.
En una de las cartas dirigidas al Cardenal Granvela expresaba que “los papas me traen muy cansado y cerca de acabarse mi paciencia, por mucha que tengo”, acusándoles de preferir que España perdiera los Países Bajos antes que mantener en ellos la religión católica. En los últimos momentos de su vida, el monarca aseguró que siempre fue capaz de distinguir la causa de Dios de la de los Papas, a los que acusaba de no actual siempre como vicarios de Cristo.
«Iustitia et Libertas» mi lema…Me encantó siempre la historia y el derecho, hispana.