El pergamino fue el principal soporte para la escritura, usado ya de forma casi exclusiva en la alta edad media. Aunque el origen del papiro fue casi casual, su uso fue aumentando desde su aparición generalizada en el siglo IV d.C., hasta que desde el siglo VIII se convirtió en el único medio tanto para hojas sueltas como para libros o códices.
Plinio y el origen de los papiros
Según nos cuenta Plinio, en el siglo II a. C. el faraón egipcio Ptolomeo V estaba orgulloso de su magnífica biblioteca de Alejandría. Sin embargo la ciudad griega de Pérgamo (actual Turquía) disponía de una biblioteca que podría hacerles sombra. Ante esta competencia y preso de celos librarios, el monarca egipcio prohibió la venta de papiros a los pergamenses, pues el país de los faraones era prácticamente su único fabricante1. En aquellos tiempos el papiro era el único2 soporte que se podía usar y en Pérgamo debían buscar una solución para poder seguir aumentando su colección. Su rey Eumene II y sus especialistas encontraron la solución: emplear pieles de animales que debidamente preparadas podían servir de magnífico soporte para la escritura. Lo que todavía no sabían los pergamenses es que el nuevo soporte no solo mejoraba notablemente a los papiros sino que a la postre los suplantaría totalmente, aunque para ello aún faltaban varios siglos.
¿Qué era el pergamino?
Se forma mediante pieles de animales, como la ternera o la cabra, con un tratamiento especial con cal y pulidas para quedar dos caras lisas que permitían la escritura. Los pergaminos suplantaron al papiro debido a sus numerosas ventajas. Era más barato y abundante, pues el papiro sólo se fabricaba en Egipto con plantas del Nilo y además sólo permitía su uso por una cara frente a las dos de los pergaminos. Los papiros se almacenaban en rollos, mucho menos cómodos que los libros o códices que marcaron el devenir de la escritura gracias a la nueva superficie.