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El origen de una victoria pírrica

«Hemos logrado una victoria pírrica«… Para conocer esta frase tan usada en nuestros días, como en fútbol, que muestra una victoria muy justa, nos adentramos en la edad antigua. En concreto en Grecia, una época habitual en nuestras curiosidades de la historia.

Pirro, rey de Épiro

Para ello debemos conocer a un personaje muy importante en la antigüedad pero bastante desconocido para la mayoría, pese a que fue un auténtico azote para RomaSin duda a la altura de otros personajes como AnibalPirro, rey de Épiro, fue un personaje de leyenda, que durante su azarosa vida se enfrentó no sólo a romanos, sino también a macedonios, cartagineses, espartanos, y en general a todos lo que tenían intereses en Grecia, logrando numerosas victorias contra todos ellos.

Emparentado con Alejandro Magno

Nacido entre el 318 y el 319 a.C., estaba emparentado por parte de padre con Olimpia, la madre de Alejandro Magno. Se enfrentó y derrotó a Casandro, uno de los generales del gran Alejandro (y el que «heredó» Macedonia tras su muerte). En aquella época la península italiana era aún un conglomerado de territorios, incluidas algunas colonias griegas como Tarento, situada en golfo de Tarento, en el tacón de la bota italiana.

Tarento pide ayuda a Grecia

En el año 281, los tarentinos fueron atacados por la República Romana y estos pidieron ayuda a sus aliados griegos. Se formó un ejército entre los reyes griegos y pusieron al mando al mejor de todos, al que tenía más experiencia en la guerra, Pirro de Épiro. Comenzaban las guerras pírricas que se alargarían durante 5 años, entre el 280 y 275 a.C., y que pondría a Roma casi al borde de su destrucción.

Llegan las victorias pírricas

Venció a los romanos en las batallas de Heraclea y Ásculo pero a costa de tener enormes pérdidas de hombres, ante las cuales dejó una de sus míticas frases: «Otra victoria como esta y perderemos la guerra«, lo que indica el significado de una victoria pírrica, tan justa que casi podría considerarse como una derrota.

La batalla de Heraclea
Los elefantes de Pirro carga contra los romanos en la batalla de Heraclea

En sus enfrentamientos contra Roma, usó elefantes de batalla, algo que sorprendió y de qué manera a los romanos que nunca se habían enfrentado a ellos. Como todos saben, años más tarde volverían a sufrirlos de la mano de Aníbal y sus cartaginienses en la Segunda Guerra Púnica.

«Otra victoria como esta y tendré que regresar a casa sólo»

(Pirro tras la victoria en la batalla de Heraclea en 275 a.C.)

Pero como siempre en su historia, Roma perdía batallas pero nunca perdía las guerras y esta no iba a ser una excepción. Pirro se encontraba muy debilitado tras las «victorias pírricas» y las batallas de Sicilia contra lo cartagineses. En el año 275 a.C. se celebró la batalla de Benevento que a la postre fue la definitiva. No se puede considerar una gran victoria romana, quizá el resultado fue parejo, pero las bajas de Pirro fueron las que determinaron el final de la guerra. Los romanos habían aprendido a combatir a Pirro y supieron neutralizar sus falanges y también a sus elefantes, que le jugaron una mala pasada pues se revolvieron contra sus propios soldados. Tuvo que regresar a Épiro y dejar a los tarentinos a su suerte, ya que no tenía suficientes tropas y desde Grecia no llegarían más refuerzos. Esto significó la pérdida definitiva de la influencia helena en la llamada «Magna Grecia«, los territorios griegos del sur de Italia que tuvieron que jurar lealtad a la incipiente república romana.

«Otra victoria así y habremos perdido la guerra»

(Pirro tras la victoria en la batalla de Ásculo en 276 a.C.)

Regreso a Grecia

A su regreso a Grecia siguió batallando contra todos. Primero invadió Macedonia arrebatándose el trono a Antígono II y después la emprendió contra Esparta pero aquí llegó su final. Encontró la muerte en una emboscada en Argos, ciudad griega del Peloponeso, al parecer por una teja arrojada por una mujer en el fragor de la batalla. Era el año 272 a.C.

Fue tal la leyenda de Pirro, que en la famosa (y supuesta) entrevista entre Aníbal y Escipión (ver Aníbal y Escipión, una conversación de leyenda), el cartaginés situó a Pirro como el segundo mejor general de la historia sólo por detrás de Alejandro Magno.

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