La obra maestra de Perugino es una muestra del nuevo poder de la Roma renacentista, donde el arte y la imagen se emplean como demostración de un nuevo orden religioso y político en Italia.
Título: La entrega de llaves a San Pedro
Autor: Pietro Vannucci, Perugino
Ubicación: Fresco de la Capilla Sixtina del Vaticano
Datación: 1482
Tamaño: 3,35 m x 5,5m
Durante los siglos XV y XVI la alianza entre el poder y la imagen se hace evidente en Roma, influenciando al resto del mundo católico. Con gran protagonismo político y espiritual, se convierte en el modelo de donde toman ejemplo los príncipes católicos y se creará un gran escaparate internacional.
El monarca de Roma era el Papa, siendo a su vez el cabeza de la iglesia católica. Tras la vuelta de Aviñón a Roma con Gregorio XI (1378) y una vez finalizado el Cisma de Aviñón en 1417 asumen un importante reto: engrandecer, cultivar y legitimar el doble poder del Papa; el religioso y el terrenal. Este doble cuerpo representaba el poder espiritual y el terrenal de una monarquía absoluta, que a su vez era electiva entre la oligarquía eclesiástica, ya que no era hereditario y podía cuestionarse, por lo que tenían la necesidad de conservar un poder. Roma se convirtió en escenario de legitimación del poder a través de las continuas apelaciones a la historia de Roma y mediante la imagen.
Tras superar la etapa de Avignon, el reto de la iglesia era legitimar el poder religioso y terrenal del Papa
Comienza un proceso de reforma urbanística a gran escala fundamentado en la rutas de peregrinación con el viaje de las 7 Iglesias, con la ocasión de los años jubileos (cada 50 años al principio, cada 25 después). Se reutilizaron las ruinas clásicas y se convirtieron en canteras de materiales de construcción, mientras que templos antiguos se transformaron en Iglesias. Los motivos son simbólicos y prácticos a la vez.
Desde el pontificado de Julio II, todos los papas tuvieron una meta en común; la de que Roma se convirtiera en centro de letras y arte, quedando representado en el proyecto común de la Basílica de San Pedro o en la decoración de los apartamentos pontificios. El deseo de restablecer la grandeza de la Roma clásica y transmitir la imagen de una nueva ciudad próspera convertida en nueva Jerusalén celeste se pone en práctica para legitimar el doble poder de Papa como jefe del Estado más poderoso de la época a la vez que cabeza de la Iglesia Católica.
En época del Renacimiento y en pleno auge del mecenazgo papal, Sixto IV (1471-1484), como monarca y cabeza de la iglesia católica, emprendió la construcción de la Capilla Sixtina que encargó a Bramante, realizada con las modélicas dimensiones del desaparecido templo de Jerusalén, emulando a Salomón, así como la decoración de los muros laterales, siendo estos la zona más noble y sensible de los palacios apostólicos. Constituye la capilla modélica al estilo del desaparecido Templo de Jerusalén. El Vaticano fue el proyecto de mecenazgo por excelencia del Papado. Dada su fama de buen artista de la época, Perugino es llamado a Roma en 1481 para realizar algunos de los frescos, entre los que se encuentra esta obra, imagen del papado y del poder. La entrega de las llaves de san Pedro es un fresco realizado por Pietro Perugino en 1482, bajo encargo del papa Sixto IV. Está considerada como su obra maestra.
En la Capilla Sixtina, en una disposición similar a San Juan de Letrán, se exhibían en nichos la serie de retratos de los papas como forma de expresión de la continuidad del gobierno papal. La obra se encuentra en la franja central, donde se constituían paralelismos entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, con alusiones a acaecimientos del pontificado de Sixto IV, con iconografía clásica de la época. Del Nuevo Testamento encontramos este fresco en el cual Jesús le entrega la llave del cielo a San Pedro, haciéndole custodio de las puertas celestiales. El mensaje que quiere hacernos llegar político y espiritual; son los pontífices, y no los concilios eclesiásticos los herederos de san Pedro, que recibían directamente el poder espiritual directamente de la mano de Jesucristo como Dios e hijo del propio Dios. El Papa es el heredero directo de San Pedro y no los concilios, al recibir el poder espiritual y temporal directamente de Jesús.
En la obra observamos una primera disposición de todos los apóstoles y varios personajes de la época en isocefalia (representación de personajes en planos diferentes), exceptuando a san Pedro que se postra arrodillado. Detrás una gran plaza articulada perfectamente por la perspectiva de sus particiones cuadradas mostrando un espacio homogéneo, que se refuerza con la posición de otra franja de personajes, también en isocefalia, que vemos más pequeños según se alejan del punto de observación. Se remata con las tres edificaciones de arquitectura clásicas; templo central representando al Templo de Jerusalén, con cúpula y pórticos en sus cuatro lados. A ambos lados superiores flanquean la imagen dos arcos de triunfo simulando al de Constantino, con una inscripción en latín que reza: “Tu Sixto IV, inferior a Salomón por riquezas, pero superior a él por la religión y la devoción, consagrasteis este templo inmenso”1.
Con estas grandes obras de mecenazgo papal se lograba prestigio internacional de su poder. El programa sigue de forma decisiva durante el s. XVI con los frescos de Miguel Ángel en la Capilla Sixtina y los de Rafael en las Estancias de Vaticano, entre otras obras.
En el transcurso del siglo el papado logra asentar su capacidad ecuménica y consigue que Roma se constituya en un estado italiano más prestigioso (por esa imagen de Jerusalén) que realmente poderoso.